lunes, junio 16, 2025

El mapa del odio: países donde ser LGTBIQ+ aún es un delito

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¿Qué significa que ser tú sea ilegal?

Para muches de nosotres, ser LGTBIQ+ es una parte más de quienes somos. Algo que hemos aprendido a abrazar, a compartir, a celebrar. Pero no en todas partes del mundo esa vivencia es posible. En pleno siglo XXI, ser parte del colectivo LGTBIQ+ sigue siendo un delito en más de 60 países. Sí, has leído bien. Más de 60.

En algunos lugares, las leyes castigan expresamente la homosexualidad. En otros, la expresión de género no normativa. En algunos más, basta con una denuncia anónima para que empiecen las persecuciones. A veces es la cárcel. A veces, el exilio. Otras veces, la muerte.

¿Dónde ser LGTBIQ+ es ilegal hoy?

Según los informes de ILGA Mundo (Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex), en 2024 62 países aún criminalizan las relaciones entre personas del mismo sexo. De ellos, al menos 6 imponen la pena de muerte como posible castigo.

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Algunos ejemplos:

  • Irán, Arabia Saudí, Yemen, Somalia o Mauritania: aplican la pena capital en casos de relaciones homosexuales, en especial entre hombres.

  • Nigeria y Uganda: han endurecido recientemente sus leyes anti-LGTBIQ+, con penas de cárcel e incluso cadena perpetua.

  • Rusia: si bien no penaliza directamente la homosexualidad, ha implantado leyes que prohíben la “propaganda LGTBIQ+”, lo cual incluye desde hablar de diversidad hasta exhibir símbolos como la bandera arcoíris.

  • Malasia, Catar, Sudán del Sur, Pakistán, Afganistán: mantienen sanciones legales activas contra la comunidad, que van desde multas hasta prisión.

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Y esto, sin contar los países donde no existen leyes específicas, pero la policía, los tribunales o los gobiernos actúan con total impunidad frente a la violencia queerfóbica.

Cuando el peligro es legal… e institucional

En estos países, no estamos hablando solo de agresiones en la calle. Hablamos de que el Estado mismo te persigue por ser tú. De que la ley no solo no te protege, sino que se convierte en tu verdugo.

En muchos casos, la mera sospecha de “conducta no tradicional” puede bastar para una detención, un despido, una extorsión o una paliza.

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La situación se agrava si eres mujer lesbiana o persona trans. ¿Por qué? Porque además de la LGTBIQ+fobia institucional, te atraviesa el machismo, la transfobia y el control de los cuerpos. La intersección de violencias se vuelve letal.

¿Qué pasa con las personas refugiadas?

Este panorama legal obliga a muchas personas a huir de sus países de origen para sobrevivir. Pero aquí surge otro problema: no todos los países reconocen la persecución por orientación o identidad como motivo suficiente para conceder asilo.

En Europa, por ejemplo, aunque existe una normativa que reconoce la necesidad de protección, el proceso suele ser lento, revictimizante y lleno de obstáculos. Las entrevistas migratorias a personas LGTBIQ+ pueden ser profundamente invasivas, cuestionando aspectos íntimos de la vida que no deberían estar en tela de juicio.

¿Hasta qué punto estamos realmente preparades para acoger a quienes escapan del odio legalizado?

¿Y qué hay de los avances?

No todo son malas noticias. En los últimos años, algunos países han dado pasos importantes hacia la despenalización y el reconocimiento de derechos. Por ejemplo:

  • Botsuana despenalizó las relaciones homosexuales en 2019.

  • Angola y Gabón eliminaron leyes coloniales que criminalizaban la homosexualidad.

  • India, tras décadas de lucha, revocó el artículo 377 que penalizaba las relaciones entre personas del mismo sexo.

  • Nepal y Sudáfrica han incluido derechos de personas trans e intersex en sus legislaciones.

Estos cambios no son casuales. Son fruto de años de activismo, visibilidad y presión internacional. Y demuestran que la lucha tiene sentido.

El peso del legado colonial

Un dato poco conocido, pero crucial: muchas de las leyes anti-LGTBIQ+ que hoy existen fueron impuestas durante la colonización europea. El Imperio británico, en particular, dejó tras de sí códigos penales que castigaban la homosexualidad con cárcel o trabajos forzados.

Al independizarse, muchos países conservaron esas leyes. ¿Por qué? A veces por inercia jurídica. A veces por influencia religiosa. A veces como forma de control social. El resultado es que una parte del odio legal actual tiene raíces coloniales.

¿No es hora de cuestionar qué leyes heredamos y a quién sirven?

Las contradicciones del mundo moderno

Aquí viene una reflexión incómoda. En muchas ocasiones, los mismos gobiernos que condenan la criminalización del colectivo en foros internacionales siguen manteniendo relaciones comerciales y diplomáticas con los países que nos persiguen.

¿Tiene sentido alzar la voz contra la LGTBIQ+fobia mientras se firman tratados con regímenes que criminalizan nuestra existencia? ¿Dónde queda la coherencia ética?

Tampoco podemos dejar de mencionar la doble vara con la que se mide la homofobia según de dónde venga. Hay países que critican la persecución en el sur global pero siguen permitiendo discursos de odio en sus propias televisiones o parlamentos.

¿Qué podemos hacer desde aquí?

No todo está en manos de los gobiernos. Como sociedad civil, tenemos herramientas para denunciar, visibilizar y apoyar. Algunas acciones posibles:

  • Informarse y compartir información verificada sobre la situación global.

  • Apoyar a organizaciones que trabajan con personas LGTBIQ+ refugiadas, como ACATHI, CEAR o ILGA.

  • Presionar a los gobiernos para que no colaboren con países que persiguen a la comunidad.

  • No blanquear la homofobia con el pretexto de “respetar otras culturas”. La diversidad sexual y de género no es un invento occidental.

  • Dar espacio y voz a personas del colectivo que han tenido que huir de su país. Sus historias importan.

Un futuro por construir

El mapa del odio existe. Pero también existe el mapa de la resistencia, el de las alianzas, el de la ternura. Mientras haya leyes que nos criminalicen, habrá voces que se levanten. Y aunque a veces parezca que el mundo va hacia atrás, la historia demuestra que la visibilidad, el orgullo y la lucha colectiva sí transforman realidades.

Quizá no podamos cambiar un país entero desde nuestro sofá. Pero sí podemos hacer que este tema no pase desapercibido. Porque mirar hacia otro lado también es una forma de violencia.

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Javier Kiniro
Javier Kiniro
Desde pequeño supe que las palabras podían construir refugios. Soy escritor, asesor de imagen, creador de mundos y soñador profesional. En Rainbow, convierto cada proyecto en una declaración de amor a la diversidad, la interseccionalidad y la belleza real. Mi gran referente es Pedro Lemebel, porque aprendí que la ternura también puede ser una forma de revolución. Dato curioso: Soy capaz de detectar un error de maquetación a diez metros… pero no sé hacer un café decente.

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