¿Por qué el 17 de mayo es tan importante?
Cada año, el 17 de mayo, el mundo alza la voz para visibilizar una realidad que, por desgracia, sigue demasiado presente: la LGTBIQ+fobia. No hablamos solo de agresiones físicas, aunque existen y duelen. También hablamos de miradas que matan, de silencios cómplices, de bromas que no hacen gracia y de leyes que nos borran. El Día Internacional contra la LGTBIQ+fobia nació para recordarnos que amar, ser y vivir fuera de la norma no debería ser motivo de miedo.
¿Y por qué ese día? Porque el 17 de mayo de 1990, la Organización Mundial de la Salud decidió sacar la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales. Suena fuerte, ¿no? Apenas hace 35 años que dejamos de ser “diagnosticables”. Pero cuidado, porque aunque el papel cambie, los prejuicios siguen vivos.
De la homofobia al arcoíris: una lucha con matices
Llamamos LGTBIQ+fobia a toda forma de odio, rechazo o discriminación hacia las personas lesbianas, gais, trans, bisexuales, intersexuales, queer y otras identidades disidentes. Pero eso no significa que todas las violencias sean iguales ni que todas las personas del colectivo vivan lo mismo.
Por ejemplo, no es lo mismo ser un hombre gay cis blanco en una gran ciudad que ser una mujer trans racializada en un entorno rural. La interseccionalidad importa, y mucho. Porque el odio no se presenta en formato único: puede ser físico, verbal, institucional, digital… incluso familiar. Y a veces, viene disfrazado de preocupación o de supuesto “debate”.
Lo que no se nombra no existe
Uno de los grandes desafíos es que todavía hay gente que cree que este tipo de discriminación “ya no pasa”. Que “ahora estáis en todos lados”, “tenéis derechos”, “os casáis”. Que hemos llegado. Pero la realidad es que, mientras lees esto, hay jóvenes que son expulsades de sus casas por salir del armario. Hay personas trans a las que se les niega atención médica digna. Hay personas queer mayores invisibilizadas y solas.
¿Qué significa realmente “tener derechos” si el miedo no desaparece?
¿Qué valor tiene una ley si nadie se encarga de que se cumpla?
Visibilidad, sí. ¿Pero a qué precio?
Salir del armario es una decisión valiente, pero no debería ser una obligación. A veces se confunde la visibilidad con un mandato de exposición. Y no todes tienen las mismas redes de apoyo, ni las mismas posibilidades de resistir. El orgullo es una conquista, no una exigencia.
También es importante hablar del pinkwashing: cuando marcas, instituciones o gobiernos se suben al carro de la diversidad solo cuando les conviene, pero no aplican políticas reales de inclusión. No basta con pintar un logo de arcoíris si dentro de la empresa sigue habiendo discriminación o acoso. El cambio se demuestra con hechos, no con marketing.
¿Cómo podemos actuar?
Si estás leyendo esto y formas parte de la comunidad LGTBIQ+, respira. No estás sole. No todo está resuelto, pero tampoco estamos donde estábamos. Y eso también es lucha. Si no formas parte directamente del colectivo, también hay mucho que podés hacer.
Aquí van algunas ideas concretas:
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Escucha sin juzgar. A veces no necesitas entender todo, solo respetar.
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Intervén cuando presencies discriminación. El silencio refuerza al agresor.
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Apoya a proyectos, espacios o medios LGTBIQ+. Como Rainbow 😉
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Revisa tus prejuicios. Todes los tenemos, lo importante es no aferrarse a ellos.
Y sobre todo, cree a quien te cuenta su vivencia, aunque te incomode, aunque no la comprendas del todo.
Una realidad con sombras
Ahora bien, no todo es tan claro. Algunas personas critican que se hable tanto de “fobias” y no de odio estructural. O que el 17 de mayo se quede en actos simbólicos sin políticas reales detrás. Hay quienes temen que estas conmemoraciones terminen reducidas a fechas de calendario, sin impacto duradero. ¿Tiene sentido seguir celebrando si los derechos siguen sin cumplirse en muchas partes del mundo? ¿Estamos haciendo activismo o solo gestionando la culpa colectiva? Preguntas abiertas, respuestas complejas.
La lucha sigue… y se transforma
El 17 de mayo no es solo una fecha. Es un recordatorio de todo lo que aún duele y de todo lo que ya hemos logrado. Es un homenaje a quienes no llegaron hasta aquí. Es un acto de resistencia colectiva. Porque aunque las leyes cambien, las mentalidades tardan. Porque aunque algunas cosas mejoren, otras empeoran. Y porque ser LGTBIQ+ sigue siendo, en muchos lugares del mundo, un acto radical.
Pero también es una fiesta de existencia. Una oportunidad para encontrarnos, para compartir, para llorar juntas si hace falta, y para bailar después. Porque si algo ha caracterizado siempre al colectivo es su capacidad de transformar el dolor en belleza, en arte, en comunidad.
Así que celebremos, sí. Pero sin olvidar que el orgullo no se vende, que la dignidad no se negocia y que la lucha continúa, aunque cambien las formas.