jueves, julio 17, 2025

“Soy lesbiana, mi hermano lo sabe, pero no soy capaz de decírselo a mis padres”

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La confesión pendiente: entre el amor propio y el miedo al rechazo

Salir del armario no es un momento, es un proceso. Para muches, este proceso empieza en la adolescencia, florece en la adultez y, a veces, se prolonga durante años. En este caso concreto —el de una persona lesbiana que ha compartido su verdad con su hermano, pero que aún no se siente preparada para contárselo a sus padres—, se concentra una vivencia profundamente humana: la necesidad de ser quienes somos, enfrentada al temor de perder lo que más queremos.

¿Es posible vivir plenamente sin compartir una parte tan esencial de nuestra identidad con la familia? ¿Es egoísta posponerlo? ¿O, por el contrario, es un acto legítimo de autoprotección?

Hoy, exploramos esta realidad, común para muchas personas LGTBIQ+, con el respeto, la profundidad y la honestidad que merece.

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La confianza como primer paso

Decírselo a un hermano o hermana antes que a los padres no es raro. De hecho, suele ser lo más habitual. La relación entre hermanes, especialmente si hay cercanía emocional y complicidad, ofrece un espacio seguro, libre de juicios. Compartir con uno igual es menos arriesgado, y a menudo marca el inicio de una red de apoyo que se irá ampliando con el tiempo.

Contarle a tu hermano que eres lesbiana es un acto valiente. Has dado un paso decisivo. No subestimes lo que significa confiar en alguien de tu entorno íntimo. Esa conversación, aunque parezca pequeña, es una semilla que puede dar frutos a su debido tiempo.

El muro invisible con los padres

Pero cuando se trata de decírselo a los padres, la historia cambia. Aparecen preguntas que no siempre tienen respuesta:

  • ¿Cómo van a reaccionar?
  • ¿Y si me rechazan?
  • ¿Y si me duele más su silencio que sus palabras?

Muchas personas lesbianas sienten una presión añadida por cumplir con las expectativas tradicionales, especialmente si vienen de familias donde la heterosexualidad es la norma incuestionable. La cultura, la religión, el contexto social o incluso el miedo a decepcionar pueden convertirse en barreras silenciosas, difíciles de traspasar.

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Este bloqueo no implica cobardía. Significa, simplemente, que todavía no se ha encontrado el momento adecuado. Y eso también está bien.

Reflexionar antes de hablar

Salir del armario no debería ser una obligación. Cada une debe decidir cuándo, cómo y con quién compartir su orientación afectiva y sexual. No hay un único camino correcto.

Antes de hablar con los padres, es útil plantearse algunas preguntas:

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  • ¿Estoy emocionalmente preparade para cualquier respuesta?
  • ¿Qué espero de esta conversación?
  • ¿Tengo una red de apoyo (amigues, terapeuta, grupos LGTBIQ+) en caso de que no salga como espero?
  • ¿Qué ganaría o perdería con este acto?

Responderlas no garantiza que todo irá bien, pero ayuda a que el paso, cuando se dé, sea más consciente y menos impulsivo.

¿Y si nunca se lo cuento?

Es una posibilidad. Y no por ello se es menos valiente ni menos auténtico. Hay personas que deciden no compartirlo con sus progenitores, y viven su orientación con total plenitud. No hay una fórmula universal.

Sin embargo, muchas personas sienten que el silencio pesa. Que hay una parte de sí mismas que no termina de integrarse del todo. A veces, se construyen vínculos familiares fuertes, pero incompletos. Otras veces, el miedo se convierte en distancia, y esa distancia termina doliendo más que la verdad.

Lo importante es entender que no se trata de elegir entre ser quien eres o conservar a tu familia. Es más complejo que eso. A veces, el desafío está en encontrar el modo de combinar ambas cosas sin romperte en el intento.

¿Es realmente necesario contarlo?

También hay quien cuestiona la necesidad de salir del armario. ¿Por qué una persona heterosexual no tiene que “confesar” a su familia a quién ama, pero una lesbiana sí? ¿No perpetuamos así una norma que nos obliga a justificarnos constantemente?

Es una pregunta válida. Y abre el debate sobre si, en lugar de centrarnos tanto en la salida del armario, deberíamos trabajar más por una sociedad donde ya no haga falta hacerlo. Una sociedad donde todas las formas de amar sean vistas como parte de lo cotidiano, no como excepciones que requieren explicación.

Lo que puedes hacer mientras tanto

Si todavía no sientes que es el momento de hablar con tus padres, eso no significa que debas quedarte inmóvil. Aquí te dejamos algunas acciones que puedes emprender mientras encuentras claridad:

  • Refuerza tu autoestima. Reconocer quién eres y vivirlo en otras áreas de tu vida ya es un paso inmenso.

  • Infórmate y rodéate de referentes positivos. Leer, escuchar y compartir con otras personas lesbianas puede ayudarte a ganar perspectiva.

  • Busca apoyo emocional profesional si lo necesitas. Un terapeuta LGTBIQ+ friendly puede darte herramientas para navegar este proceso.

  • Comparte tus miedos. Habla con tu hermano, con tus amistades, con tu comunidad. A veces, decir en voz alta lo que temes alivia la carga.

  • No te juzgues. Estás haciendo lo mejor que puedes, con lo que tienes y en tus propios tiempos.

Un acto de amor hacia une misme

Decirle a tus padres que eres lesbiana no es solo un acto de sinceridad hacia elles. Es, sobre todo, un gesto de respeto hacia ti misme. Pero también es válido esperar. Tomarse el tiempo necesario. Protegerse.

En la familia —como en el amor— no siempre se trata de ser valientes sin más. Se trata de ser honestes, sí, pero también de ser prudentes, de cuidarnos y de entender que la verdad, dicha en el momento adecuado, puede tener una fuerza transformadora.

No todas las historias tienen el mismo final. Algunas traen abrazos. Otras, silencio. Otras, lágrimas seguidas de aceptación. Pero todas tienen algo en común: nacen del deseo profundo de vivir sin miedo.

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Lucía B.T
Lucía B.T
La cultura me salvó de muchas formas. Soy curadora de historias queer y poetisa de madrugadas. Creo que el arte puede sanar, confrontar y liberar. Mi referente es Chavela Vargas, que enseñó a amar sin pedir disculpas.

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