Cuando hablamos de familia, la mayoría imagina un modelo muy concreto: madre, padre, hijes, una casa, tal vez un perro. Pero para muches dentro del colectivo LGTBIQ+, la palabra “familia” tiene otro significado. Uno más profundo. Más real. Más libre.
En un mundo que muchas veces nos rechaza por ser quienes somos, elegirse mutuamente es un acto de amor radical. Y construir nuevas formas de estar, cuidar y acompañar también es hacer historia.
¿Qué es una familia elegida?
Una familia elegida no está unida por sangre ni por papeles. Está unida por vínculos afectivos fuertes, por apoyo mutuo, por compromiso. Es ese grupo de personas con quien puedes ser tú misme sin miedo. Quienes te abrazan en los días malos, celebran tus logros y te ayudan a recoger los pedazos cuando el mundo se rompe.
Puede estar formada por amigues, ex parejas, vecines, compañeres de piso, personas mayores del colectivo, gente que se conoció en terapia, en un taller de drag, en una manifestación. No hay reglas. Solo vínculos reales.
¿Por qué surgen las familias elegidas?
Para muchas personas LGTBIQ+, el núcleo familiar tradicional no ha sido sinónimo de protección. Al contrario: ha sido lugar de rechazo, violencia o incomprensión.
Salir del armario, transicionar o simplemente existir de forma visible ha roto relaciones que parecían incondicionales. Y ante esa ruptura, una parte del colectivo ha tenido que construirse otra red. Una más honesta. Más amorosa. Más segura.
También ocurre en contextos donde no hay violencia explícita, pero sí distancia emocional. Frases como “te acepto, pero no lo muestres”, “no hace falta que hables de eso” o “no es para tanto” también dejan heridas. Y en esas grietas, a veces, aparece una familia elegida.
¿Qué ofrece una familia elegida que otras no?
Cada familia es un mundo, eso está claro. Pero las familias elegidas suelen compartir algunas características comunes:
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Aceptación plena: no se negocia tu identidad. Eres quien eres, sin tener que explicarte todo el tiempo.
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Cuidado mutuo: desde lo emocional hasta lo práctico. Alguien que te acompaña al médico. Que cocina para ti cuando no puedes más. Que se queda a dormir si lo necesitas.
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Apoyo incondicional: en rupturas, mudanzas, momentos de crisis o decisiones importantes, están ahí. No preguntan por qué, preguntan cómo ayudarte.
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Celebración de lo diverso: en estas familias no solo se tolera la diferencia, se celebra. Se convierte en motivo de orgullo, no de vergüenza.
Cuando elegirse es salvarse
No exageramos si decimos que las familias elegidas han salvado vidas. Literalmente.
Para personas trans, no binarias, migrantes, con VIH, racializadas, con discapacidad… tener una red que no te cuestiona ni te abandona puede ser la diferencia entre hundirse o sostenerse.
Hay historias de personas que han pasado por expulsiones familiares, centros de acogida o violencia institucional y han encontrado en sus amigas maricas, en sus hermanas travestis o en su comunidad bollera el único refugio real.
Ejemplos de familias elegidas que inspiran
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En Barcelona, un grupo de mujeres trans migrantes se autodenominan “las tías” y cuidan a otres recién llegades como si fueran hijes.
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En Sevilla, una casa queer autogestionada funciona como red de apoyo donde conviven personas jóvenes expulsadas de sus casas.
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En Galicia, una pareja gay mayor cuida de un chico no binario que conocieron en una charla. “Somos su red. Él es nuestro futuro”, dicen.
Estas historias no salen en los anuncios de Navidad. Pero son tan familia como cualquier otra. O más.
¿Qué podemos aprender todes de las familias elegidas?
Las familias elegidas nos enseñan que:
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El amor no necesita reglas impuestas.
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El cuidado puede ser horizontal, compartido, fluido.
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La familia puede ser un espacio seguro, no una jaula.
Nos recuerdan que hay otras formas de acompañarse que no dependen del ADN ni de la firma de un notario. Que a veces lo más importante es preguntarte: ¿con quién me siento libre?
Y que formar parte de una familia elegida no es un plan B. Es un plan hermoso.
⚠️ Una mirada crítica: ¿y si romantizamos demasiado?
Aunque las familias elegidas son potentes, también pueden doler. No están libres de conflictos, de jerarquías, de silencios. A veces idealizamos tanto la idea que nos cuesta reconocer cuando una dinámica deja de ser sana.
Además, en ausencia de apoyos institucionales, estas redes asumen tareas para las que no siempre están preparadas: asistencia médica, cuidados prolongados, acompañamiento emocional complejo… y eso puede agotar. Cuidarse también es poder poner límites dentro de la familia elegida.
La solución no puede ser solo emocional. Tiene que ser estructural.
¿Y si cambiamos la pregunta?
En vez de preguntarnos “qué es una familia”, tal vez podríamos preguntarnos “quién te sostiene”. Y a partir de ahí, repensar todo lo demás.
Quizás tu familia es tu vecina lesbiana, tu ex con quien sigues compartiendo confidencias, tu grupo de amigas trans que hacen piña cuando todo se tambalea, tu compañero de piso con quien compartes la compra y las penas.
Quizás tu familia eres tú, con tus heridas, tus elecciones y tus vínculos forjados desde el amor real. Y eso también está bien.
