domingo, junio 15, 2025

🏳️‍🌈 Cuidado queer en la vejez: redes de apoyo y modelos alternativos

📝 Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad exclusiva de quien lo firma y no reflejan necesariamente la postura de Revista Rainbow. Asimismo, Revista Rainbow no se hace responsable del contenido de las imágenes o materiales gráficos aportados por les autores, colaboradores o colaboradoras.

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Cuando hablamos de diversidad, muchas veces nos olvidamos de una etapa clave de la vida: la vejez. ¿Qué pasa cuando el paso del tiempo alcanza a quienes forman parte del colectivo LGTBIQ+? ¿Quién cuida a las personas mayores queer cuando el sistema no lo hace?

Durante décadas, muches han vivido escondides, rechazades por sus familias o invisibilizades por la sociedad. Y ahora, al llegar a la tercera edad, se enfrentan a una realidad doblemente dura: la de envejecer en un mundo que sigue sin entenderles, y la de hacerlo muchas veces en soledad.

¿Por qué hablar de cuidado queer?

El cuidado queer no es solo una forma de atender necesidades físicas o médicas. Es una manera de reconocer trayectorias vitales marcadas por la disidencia, la exclusión y la resistencia. Es, en el fondo, una forma de justicia.

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Las personas LGTBIQ+ mayores han sido pioneras, activistas silencioses o sobrevivientes de épocas donde amar a quien se deseaba o vivir como se sentía era ilegal, inmoral o peligroso. Cuidarles hoy es también cuidar nuestra memoria colectiva.

La soledad como herida estructural

Uno de los grandes retos es la falta de redes familiares tradicionales. Muchas personas queer no tienen descendencia directa ni contacto con sus familias de origen. Algunas fueron expulsadas de casa. Otras, simplemente, nunca encajaron en el molde.

Esto hace que, al llegar a la vejez, se encuentren sin apoyos cercanos. La soledad, más que un sentimiento, se convierte en un problema estructural que afecta a su salud física y emocional.

Además, enfrentarse a centros residenciales que no respetan sus identidades, personal sanitario sin formación en diversidad o compañeros de habitación LGTBIfóbicos, multiplica los obstáculos. La invisibilidad no desaparece con la edad; a veces se acentúa.

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Familias elegidas: el refugio más sólido

Frente a todo esto, aparece una respuesta poderosa: las familias elegidas. Amistades profundas, redes de afecto, ex parejas que se vuelven cuidadores, grupos de apoyo creados por afinidad y cariño más allá de los lazos sanguíneos.

Estas redes funcionan como sistema de apoyo emocional y, muchas veces, también económico o logístico. Se organizan turnos, se reparten tareas, se sostienen. No es casual que, en el colectivo, la palabra “familia” tenga un significado tan amplio y tierno a la vez.

Las familias elegidas no solo cuidan; también reivindican que hay otras formas de envejecer, más dignas, más libres, más nuestras.

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Modelos alternativos de cuidado que están cambiando el juego

En los últimos años han surgido iniciativas que cuestionan el modelo clásico de residencia. Aquí van algunos ejemplos que merecen toda la visibilidad:

🏘️ Cohousing LGTBIQ+

Proyectos donde varias personas mayores queer comparten un espacio común, con independencia y autonomía, pero también con compañía y cuidado mutuo. Un ejemplo es el proyecto 55+ LGBT Housing en Madrid, o el pionero Barbary Lane en Estados Unidos.

🫶 Comunidades intergeneracionales

Espacios donde conviven personas de diferentes edades dentro del colectivo, favoreciendo el intercambio de experiencias y el apoyo mutuo. Se trata de evitar la guetificación de la vejez y fomentar el diálogo entre generaciones.

🤝 Redes de apoyo vecinal queer

Algunos colectivos están creando grupos de acompañamiento, redes solidarias y bancos de tiempo entre personas del colectivo, especialmente en barrios urbanos. No son estructuras formales, pero funcionan con la fuerza del afecto compartido.

La importancia de una mirada interseccional

No todas las personas mayores LGTBIQ+ viven las mismas dificultades. Quienes son racializades, migrantes, tienen discapacidad o provienen de contextos rurales, enfrentan aún más barreras. Por eso es clave aplicar una mirada interseccional al pensar el cuidado.

No se trata solo de tener en cuenta la orientación o identidad de género, sino todas las capas que atraviesan una vida y que influyen en cómo se accede al cuidado (o se es expulsade de él).

¿Y el Estado, qué?

Aquí viene el gran interrogante: ¿dónde está el sistema público? Las políticas de atención a la dependencia, salud y residencias aún están lejos de contemplar la diversidad sexual y de género como una necesidad específica.

Faltan profesionales formades en diversidad, materiales adaptados, espacios seguros y personal que respete nombres, pronombres y trayectorias. Mientras tanto, el peso sigue recayendo en redes informales que, aunque valientes, no deberían ser las únicas responsables.

⚠️ Una mirada crítica: ¿es sostenible el modelo comunitario?

Aunque el modelo de redes y cuidados comunitarios es hermoso y necesario, también tiene sus limitaciones. ¿Qué pasa cuando esas redes se rompen o no existen? ¿Estamos idealizando la autogestión cuando en realidad hace falta una inversión pública real?

No podemos olvidar que cuidar cuesta tiempo, energía y dinero. Y que, aunque el activismo afectivo salva vidas, no debe sustituir derechos garantizados por ley. La autogestión es valiosa, sí, pero no puede ser excusa para la inacción institucional.

Cuidar es resistir, pero también es imaginar

Pensar en el cuidado queer en la vejez es también imaginar futuros posibles donde envejecer no sea una condena, sino una etapa más del viaje. Un futuro donde podamos hacerlo rodeades de quienes nos entienden, sin esconder quiénes fuimos ni quiénes somos.

Tal vez no tenemos todas las respuestas. Pero sí sabemos que un sistema que ignora a sus mayores, especialmente a los más vulnerables, es un sistema incompleto. Cuidarnos entre nosotres es solo el primer paso. El resto es exigir que el mundo también nos cuide.

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Adrià Q.I
Adrià Q.I
Crecí en un pequeño pueblo costero donde ser diferente era una forma de resistencia. Hoy soy médico y activista, y lucho porque la salud respete todas las identidades. No me separo de mi termo arcoíris ni en las guardias. Sueño con un sistema donde ser trans o no binarie no sea un obstáculo. Mi mayor referente es Indya Moore. Mi receta favorita: respeto, consentimiento… y un buen playlist de R&B. Dato curioso: Tengo un tatuaje de una célula sonriente en el tobillo.

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