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lunes, agosto 25, 2025

Soy gay y estudio en un instituto religioso

📝 Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad exclusiva de quien lo firma y no reflejan necesariamente la postura de Revista Rainbow. Asimismo, Revista Rainbow no se hace responsable del contenido de las imágenes o materiales gráficos aportados por les autores, colaboradores o colaboradoras.

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¿Qué pasa cuando tu orientación sexual no encaja con la doctrina que te rodea? No es una película ni un monólogo teatral. Es la vida real de muches jóvenes LGTBIQ+ que estudian —y sobreviven— en centros religiosos donde el silencio suele sonar más fuerte que cualquier misa.

La doble vida que no pedimos vivir

Ir al instituto ya es bastante complicado por sí solo. Hormonas, amistades, dudas, exámenes, inseguridades. Pero si encima eres una persona LGTBIQ+ y estudias en un colegio católico (o evangélico, o musulmán, o de cualquier otra confesión religiosa), la cosa se multiplica. ¿Cómo se construye una identidad cuando el entorno la niega?

Muches adolescentes se ven obligades a vivir una doble vida: en casa o con sus amigues de confianza pueden ser elles mismes (con más o menos libertad), pero al cruzar la puerta del centro educativo deben esconder, disimular o reprimir partes fundamentales de quienes son.

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“Te respeto, pero…”: el discurso que no ayuda

Quien ha vivido esto lo ha oído mil veces: “te respetamos, pero no estamos de acuerdo con tus actos”. ¿Qué significa exactamente eso? ¿Es respeto si va acompañado de un “pero” que te reduce? En muchas ocasiones, los discursos religiosos tradicionales separan a la persona de sus “acciones” como si la orientación sexual fuese una decisión que se puede corregir, controlar o curar.

Y eso tiene consecuencias. No solo emocionales, también académicas y sociales. Quien vive bajo ese constante mensaje de rechazo —aunque sea disfrazado de amor fraternal— puede desarrollar ansiedad, depresión, miedo al rechazo, e incluso autoodio.

¿Qué dicen les estudiantes?

Hablamos con varies jóvenes LGTBIQ+ que actualmente estudian en centros religiosos. Algunos prefieren mantenerse en el anonimato, por razones obvias. Sus palabras, sin embargo, resuenan con fuerza.

“En mi colegio no puedo decir que tengo novio. Si lo hago, me arriesgo a que me sancionen o incluso me expulsen. Así que me callo. Vivo como si no tuviera sentimientos.”

“No todo el profesorado es igual. Hay quien se hace la vista gorda, quien incluso te sonríe con complicidad. Pero también están les que te predican que ‘Dios puede cambiarte’.”

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“Lo más duro es no tener referentes. Nunca hemos tenido una charla LGTBIQ+, nunca se menciona el tema. Es como si no existiéramos.”

Cuando el silencio es una forma de violencia

El problema no es solo lo que se dice, sino lo que no se dice. La ausencia de contenidos sobre diversidad afectivo-sexual en el currículo escolar de muchos centros religiosos es una forma de invisibilización. No hay representación en las aulas, ni en los libros de texto, ni en las charlas externas. Y eso hace daño.

El silencio es un mensaje poderoso. Cuando un instituto no habla de diversidad, está diciendo —aunque no lo diga explícitamente— que no es un tema importante, o peor: que es un tema incómodo, conflictivo o incluso peligroso.

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¿Puede la fe y la diversidad convivir?

Esta es la gran pregunta. ¿Es posible ser creyente y parte del colectivo LGTBIQ+ sin caer en una contradicción? La respuesta no es sencilla ni única. Para algunes, la fe es un refugio; para otres, una jaula.

Existen comunidades religiosas inclusivas, movimientos cristianos y musulmanes progresistas, e incluso centros educativos que intentan tender puentes entre espiritualidad y diversidad. Pero, seamos sinceres: siguen siendo la excepción.

La mayoría de instituciones religiosas mantienen una visión tradicional que choca frontalmente con la vivencia libre y plena de muchas personas LGTBIQ+. Así que sí, en teoría podrían convivir. Pero en la práctica, aún queda mucho camino por recorrer.

El derecho a estudiar sin miedo

La Constitución Española garantiza la libertad religiosa y el derecho a la educación. Pero también protege el derecho a la identidad, a la dignidad y al desarrollo de la personalidad. Cuando una persona LGTBIQ+ es discriminada en un centro religioso, ¿qué derecho debe pesar más?

La respuesta jurídica no es fácil, y las instituciones educativas concertadas (que reciben fondos públicos) suelen moverse en una zona gris. ¿Deben seguir recibiendo apoyo económico si no garantizan entornos seguros para todes les estudiantes? Es una cuestión que la sociedad española —y el gobierno— deben enfrentar.

Espacios seguros: ¿utopía o posibilidad?

Afortunadamente, están surgiendo iniciativas que buscan abrir espacios de escucha dentro de los colegios religiosos. Algunas asociaciones de familias, profesorado y antigues alumnes están empezando a levantar la voz.

También existe una red creciente de estudiantes LGTBIQ+ que, aunque no siempre pueden visibilizarse abiertamente, crean comunidades de apoyo a través de redes sociales, grupos de WhatsApp o espacios seguros no oficiales dentro del colegio.

No son soluciones perfectas. Pero demuestran algo importante: la resistencia existe, incluso donde parece imposible.

⚠️ Una mirada crítica: ¿Es justo exigir que un centro religioso se adapte?

Aquí va una reflexión incómoda: ¿tienen derecho los centros religiosos a mantener sus creencias incluso si estas entran en conflicto con los derechos LGTBIQ+? ¿Dónde está el límite entre libertad ideológica y discriminación? Obligar a una institución religiosa a aceptar realidades que van contra su doctrina también puede considerarse un acto de imposición.

El debate no es simple. Exige equilibrio, diálogo y, sobre todo, voluntad de escuchar a quienes más sufren las consecuencias: les estudiantes.

Ser gay, lesbiana, trans, bi, queer… en un instituto religioso es, muchas veces, una forma de resistencia silenciosa. Pero también puede ser una oportunidad para repensar los espacios de fe desde la inclusión. Nadie debería tener que elegir entre creer y ser quien es. Nadie debería sentirse culpable por amar.

Lo ideal sería que un día no tuviéramos que escribir artículos como este. Que la diversidad fuera parte natural del aula, del sermón y de los pasillos. Que les niñes no tuvieran que esconderse detrás de uniformes, crucifijos o normas que les niegan.

Pero hasta entonces, seguiremos visibilizando. Y acompañando. Porque ninguna fe —ninguna— debería doler.

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Julian L.
Julian L.https://revistarainbow.com
Soy periodista porque creo que las noticias deben abrazar a quien nunca tuvo voz. Vivo entre titulares, manifestaciones y cafés compartidos. Me inspiro en Pedro Lemebel, y sueño con haberle entrevistado en otra vida. Mi pluma intenta contar el mundo como podría ser, no solo como es. Dato curioso: Mi récord personal son 12 cafés en un solo día cubriendo el Orgullo… y aquí sigo, vivito y coleando.

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