Más allá del arcoíris: ¿y después de junio, qué?
Cada junio, las calles se tiñen de color, las redes se llenan de mensajes reivindicativos y las banderas arcoíris ondean con fuerza. Es el Mes del Orgullo LGTBIQ+. Un momento poderoso, necesario, lleno de visibilidad y memoria. Pero, ¿qué pasa cuando se apagan los focos? ¿Dónde queda el compromiso cuando llega julio?
Quizá la pregunta más importante que podemos hacernos este mes es justamente esa: ¿qué puedo hacer yo para que el Orgullo dure todo el año?
No hace falta ser activista profesional ni militar en un colectivo. El cambio también se construye desde lo cotidiano. Desde las palabras que usamos. Desde los silencios que elegimos no guardar. Desde las veces que decidimos no mirar a otro lado.
Vivir el Orgullo todos los días: un acto político y cotidiano
Muchas veces pensamos que apoyar al colectivo LGTBIQ+ implica grandes gestos. Pero lo cierto es que la transformación social también nace de lo sencillo. Desde nuestras casas, nuestros grupos de amigues, nuestros trabajos, podemos hacer mucho más de lo que creemos.
¿Cómo vivir el Orgullo todo el año? Aquí algunas ideas para empezar:
- Escucha activa. No presupongas. No interrumpas. Deja que cada persona se exprese con sus propias palabras, su identidad, sus dudas.
- Revisa tu lenguaje. ¿Hablas de forma inclusiva? ¿Evitas chistes o expresiones que perpetúan estereotipos? El idioma importa.
- Cuestiona los espacios que habitas. ¿Tu entorno laboral es seguro para personas LGTBIQ+? ¿Tu centro educativo trabaja la diversidad afectiva y de género?
- Apoya proyectos queer. Consume cultura hecha por personas del colectivo. Libros, música, podcasts, arte independiente.
- Intervén cuando veas discriminación. Ya sea en redes o en una conversación entre conocides, tu voz puede marcar la diferencia.
- Educa (y edúcate). Hay muchísima información accesible. Aprende sobre historia, interseccionalidad, derechos, realidades invisibilizadas.
La importancia de las alianzas
Si no formas parte del colectivo, tu rol sigue siendo fundamental. Las personas aliadas no están aquí para “salvarnos”, sino para caminar junto a nosotres. Escuchar, amplificar voces, aprender sin apropiarse. Eso también es Orgullo.
Y si sí formas parte del colectivo, recuerda que también hay que mirar hacia dentro. A veces se nos olvida que no todes vivimos las mismas realidades. Que una persona trans migrante tiene obstáculos que quizá tú nunca tendrás. O que una persona bisexual puede sentirse invisibilizada incluso dentro del activismo.
Por eso hablamos de interseccionalidad. Porque la lucha no es solo por la orientación o identidad, sino por una vida digna y libre para todes, en todas las capas posibles.
El Orgullo también es autocuidado
Hay que decirlo: militar cansa. Reivindicar tu existencia en cada espacio agota. A veces sentimos que tenemos que estar siempre explicando, justificando, resistiendo. Y eso no es justo.
Por eso, vivir el Orgullo todo el año también significa permitirte descansar, cuidar de tu salud mental, rodearte de redes seguras. Amar sin miedo. Celebrarte en tu cuerpo. Decir que no. Poner límites.
La revolución también se hace desde el gozo, desde la ternura, desde el placer. Porque la alegría también es una forma de resistencia.
¿Qué hacemos con lo que incomoda?
Puede que al leer esto te surjan dudas. O incluso cierto rechazo. ¿Realmente es necesario pensar en esto todo el año? ¿No estamos exagerando?
Es válido preguntárselo. Pero también es importante recordar que, para muches, la orientación sexual o la identidad de género no son una “elección” que se pueda apagar cuando termina junio. Vivimos con ellas cada día. En los hospitales. En los juzgados. En la calle.
Ahora bien, también hay quien se pregunta si este discurso constante del Orgullo perpetúa una especie de “etiquetación permanente”, o si corre el riesgo de encasillar a las personas en una identidad política. ¿No sería más liberador poder simplemente vivir, sin necesidad de reivindicarse todo el tiempo?
No tenemos todas las respuestas. Pero sí sabemos que, hoy por hoy, la visibilidad sigue salvando vidas. Y mientras eso sea así, el Orgullo no es una carga, sino una herramienta.
Cultivar el Orgullo en los espacios pequeños
Pensar que el cambio solo ocurre en las grandes manifestaciones es un error. Hay revoluciones que empiezan en la sobremesa de un domingo. En una conversación con une vecine. En una decisión editorial. En una corrección de pronombres en clase.
Una escuela que abra espacio para hablar de diversidad ya está haciendo Orgullo. Una empresa que aplique protocolos contra la LGTBIfobia ya está haciendo Orgullo. Un grupo de amistades que se cuestiona sus prejuicios también lo está haciendo.
Ninguna acción es insignificante. Lo importante es el compromiso. La voluntad de no quedarse quiete. De seguir preguntándose qué más se puede hacer.
La responsabilidad compartida
El Orgullo no es una celebración de un día. No es una bandera en el balcón durante junio. Es una actitud política, social y humana que se puede ejercer los 365 días del año.
¿Requiere esfuerzo? Sí. ¿Implica incomodarse a veces? También. Pero los derechos no se sostienen solos. Necesitan acción, reflexión y presencia.
Cada une desde su lugar, con sus herramientas, con sus tiempos. Pero sin olvidar que el silencio también comunica. Y que, muchas veces, quedarse al margen es tomar partido.
Reflexiona, actúa, transforma
El Orgullo no vive en las pancartas. Vive en las decisiones diarias. En cómo miramos, en cómo abrazamos, en cómo cuidamos. En si dejamos espacio para que otres brillen.
Así que volvemos a la pregunta inicial: ¿Qué puedes hacer tú para que el Orgullo dure todo el año?
Tal vez no lo sepas aún. Tal vez estás aprendiendo. Pero solo el hecho de preguntártelo ya es un paso. Y los pasos, aunque sean pequeños, también hacen camino.