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miércoles, diciembre 17, 2025

¿Placer o Trampa? El Engaño del Chemsex

📝 Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad exclusiva de quien lo firma y no reflejan necesariamente la postura de Revista Rainbow. Asimismo, Revista Rainbow no se hace responsable del contenido de las imágenes o materiales gráficos aportados por les autores, colaboradores o colaboradoras.

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Somos lectores de historias, de luces y sombras. Y en nuestra revista, tenemos el compromiso ineludible de iluminar los rincones que, aunque complejos, definen la realidad de la comunidad LGTBIQ+. Hoy, ponemos el foco en el chemsex: la combinación intencionada de ciertas drogas para intensificar o prolongar encuentros sexuales, una práctica que ha arraigado profundamente entre gais, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres (GBHSH).

La pregunta que nos interpela y que no podemos eludir es: ¿Es realmente placentero el chemsex?

Nuestra postura, como revista comprometida con la verdad, la salud y la dignidad de la comunidad LGTBIQ+, es clara y contundente: el supuesto «placer» inmediato es a menudo una máscara efímera, un espejismo químico que se disuelve tan pronto como llega la resaca, o peor aún, que se desvanece con el frío amanecer, dejando al descubierto una necesidad de evasión profundamente arraigada y un dolor sistémico que nos atraviesa como colectivo.

El chemsex es, en esencia, menos una práctica de goce liberado y consciente y mucho más un síntoma visible y agudo de las presiones sociales, la discriminación estructural y la persistente homofobia interiorizada que, lamentablemente, aún definen la experiencia de muchísimes. No es un fallo individual de quienes lo practican; es una radiografía de un entorno hostil que no ha sabido proveer espacios de seguridad, aceptación incondicional y placer genuino. Es un mecanismo de coping fallido que confunde la euforia inducida con la alegría auténtica.

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No buscamos juzgar, sino nombrar la herida: es un llamado de auxilio envuelto en adrenalina y dopamina, un parche precario que intenta suturar el desgarro social y emocional que nos inflige la transfobia, la bifobia y la homofobia. Por eso, al analizar esta práctica, no podemos quedarnos en la superficie; debemos ir a la raíz del dolor que alimenta esta necesidad de anular la realidad a golpe de química.

Chemsex: Placer Efímero, Presiones Profundas

Detrás de las horas de euforia, desinhibición y resistencia que prometen sustancias como la metanfetamina, el GHB/GBL o la mefedrona, la realidad que emerge no es un acto de liberación, sino una búsqueda desesperada por encajar o evadirse. El chemsex se revela como un síntoma agudo de las fallas de nuestro entorno social y cultural.

Esta práctica no surge en un vacío individual, sino como una respuesta estructural a las complejas dinámicas de marginación que enfrentamos. Les compañeres recurren a esta química no por simple hedonismo, sino bajo la presión de un entorno que constantemente niega su valía.

Las investigaciones señalan que esta práctica es impulsada por necesidades profundamente arraigadas:

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  • El Mito de la Confianza Química: La desinhibición que proporciona la droga es una respuesta directa a la necesidad de superar el miedo al juicio y al rechazo. El estigma asociado al VIH, a los cuerpos no normativos o a la diversidad sexual se vuelve tan asfixiante que la única vía de escape parece ser la anulación química del propio yo. ¿Qué dice de nuestros espacios que sintamos que necesitamos estar bajo el efecto de una sustancia para sentirnos libres y deseables?
  • La Tiranía del Rendimiento Sexual: Existe una intensa y silenciosa presión por el «capital sexual» dentro de la comunidad. La expectativa de un sexo «más placentero» (afirmada por el 72,5% de les usuaries) o la obsesión por prolongar las sesiones más allá de lo natural (mencionada por el 41,3%) son el eco de una sociedad que nos enseña que nuestro valor radica en nuestra productividad, incluso en la intimidad. Es una forma de explotación del placer.
  • Pertenencia y Evasión Sistémica: La práctica se convierte en un intento de sentirse «integrado dentro de un grupo» o una vía de escape para «evadirme de mis problemas». El problema no son los problemas personales, sino el dolor social derivado de la discriminación, la invisibilidad y la falta de redes de apoyo saludables.

Esta dinámica se nutre directamente de la homofobia interiorizada: la internalización de actitudes sociales anti-LGTBIQ+. Es la prueba palpable de cómo la violencia externa, el bullying o el rechazo familiar se convierten en una herida que lleva a buscar en la anulación química la aceptación y el valor que un mundo exterior hostil se niega a ofrecer. La droga, entonces, no es un facilitador del placer, sino un precario parche para la herida de la discriminación.

La Cara B del ‘Placer’: Riesgos y Vulnerabilidad

El análisis crítico y responsable nos obliga a ir más allá de la euforia inicial y a hablar de las consecuencias. Lo que en un primer momento se presenta como una vía de «desinhibición» y conexión acelerada, puede culminar en un ciclo destructivo que se retroalimenta. La promesa de un placer sin límites se convierte rápidamente en una hipoteca emocional y física que la persona debe pagar, a menudo en aislamiento.

Esta práctica tiene un costo real. Las consecuencias a corto y largo plazo no son meras estadísticas; son crisis de salud individual y colectiva:

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  • Riesgos para la salud física: Más allá del aumento significativo en la tasa de transmisión de ITS (incluyendo VIH y hepatitis C) debido a la reducción de las prácticas de sexo seguro, la combinación de sustancias —especialmente la mezcla de estimulantes y depresores como el GHB/GBL— conlleva un riesgo latente de toxicidad multiorgánica, colapsos cardiorrespiratorios y sobredosis. Es, literalmente, jugar a la ruleta rusa con el cuerpo.
  • Vulnerabilidad Psicológica y Emocional: El despertar químico deja tras de sí un vacío. Las consecuencias a largo plazo afectan profundamente la salud mental, manifestándose en ansiedad crónica, paranoia, episodios psicóticos o una depresión profunda. El chemsex erosiona la capacidad de experimentar placer y de conectar íntimamente sin mediación química, llevando a una dependencia que secuestra la vida emocional.
  • Complicaciones Psicosociales: El círculo vicioso del chemsex a menudo conduce al aislamiento, el abandono del autocuidado, el empobrecimiento de la vida social y la fractura de las redes de apoyo. Se crea una doble vida donde el placer buscado en la oscuridad termina por excluir a la persona de la luz de su comunidad y sus seres queridos.

Por todo esto, es imperativo que, como comunidad LGTBIQ+, reconozcamos que el chemsex no es solo una elección individual, sino un problema de salud pública que requiere una respuesta inclusiva y estructural que aborde los factores sociales y la falta de recursos que lo alimentan.

El Debate que Debemos Abrir: Dejar de Mirar el Parche y Enfocarse en la Herida

No podemos permitir que el foco excesivo, a menudo sensacionalista, en el chemsex desvíe nuestra atención ni consuma nuestros recursos, al tiempo que problemas más urgentes persisten en las sombras. Hablamos de la discriminación sistémica, de la violencia estructural y de la alarmante falta de acceso a servicios de salud mental adecuados y especializados para nuestra comunidad. El debate sobre el chemsex debe ser, necesariamente, una puerta de entrada a la conversación sobre la salud y la dignidad LGTBIQ+ en su conjunto.

Es tiempo de reflexionar, no para culpar, sino para construir un futuro distinto, donde la química no sea la llave para la aceptación o el escape:

  • Construcción de Placer Genuino: ¿Estamos construyendo espacios sociales, queer y seguros —fiestas, apps, encuentros— donde la sexualidad pueda explorarse desde la libertad, la honestidad y la conciencia? ¿O seguimos promoviendo, incluso inconscientemente, una cultura de la invisibilidad y la presión por el rendimiento sexual que empuja a muches a buscar la anulación química para sentirse deseables, suficientes o simplemente visibles?
  • La Responsabilidad Comunitaria: ¿Cómo podemos, como comunidad LGTBIQ+, ofrecer apoyo real, recursos efectivos y un espacio sin juicio a les compañeres que buscan en la química un refugio de las presiones sociales y la homofobia interiorizada? La respuesta no está en el castigo, sino en la red de cuidado mutuo y en la visibilidad de alternativas saludables.
  • Exigencia Institucional: ¿Estamos exigiendo con suficiente contundencia a las instituciones políticas y de salud que implementen programas inclusivos y dotados de recursos que aborden las necesidades físicas y emocionales de nuestra comunidad más vulnerable? No es un asunto moral, sino un problema de salud pública que requiere inversión y voluntad política.

El verdadero placer no reside en la duración prolongada o la euforia inducida, sino en la conexión auténtica, el consentimiento pleno y el bienestar integral. Debemos dejar de normalizar la autodestrucción y, en cambio, promover el cuidado, la sanación y la alegría genuina que merecemos todes. Que el debate sobre el chemsex nos sirva para sanar las raíces de nuestro dolor colectivo.

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Pablo Campos
Pablo Campos
Director de Marketing Revista Rainbow. Especialista en Estrategias de Marketing Digital y Técnicas de Inbound Marketing. Vicepresidente de Stop Violencia Digital. Perito Informático por ANTPJI.

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