Valencia, la vibrante ciudad mediterránea, se prepara para ser la anfitriona de los Gay Games de 2026, un evento deportivo y cultural de gran envergadura que aspira a reunir a miles de participantes de todo el mundo. Sin embargo, a menos de un año de su inauguración, una sombra se cierne sobre la celebración: el movimiento deportivo LGTBIQ+ a nivel nacional ha anunciado su rechazo y no participación, una decisión que resuena con fuerza y nos invita a reflexionar.
El Origen de un Conflicto: Ley Trans y Cambios Políticos
La elección de Valencia en 2021 como sede de los Gay Games se fundamentó, en parte, en la avanzada legislación LGTBIQ+ de la Comunidad Valenciana. No obstante, la llegada al gobierno autonómico y municipal del Partido Popular y Vox en 2023 ha traído consigo una reforma de la Ley Trans que, según los colectivos, representa un retroceso en los derechos adquiridos. Esta modificación legislativa ha sido el detonante de la actual controversia.
Un «Secuestro» y un Boicot que Crece
La polémica no es nueva. Ya hubo voces de alerta cuando los colectivos impulsores de la candidatura fueron apartados del Comité Organizador, lo que calificaron como un «secuestro de la organización». Aquella retirada inicial, acompañada de un tímido llamamiento al boicot, ha escalado a un grito unánime tras los recientes cambios legislativos.
Las Voces del Descontento: Dracs València y Panteres Grogues
Dos de las entidades deportivas más relevantes han alzado su voz con contundencia. Primero fue Dracs València, el club local que se perfilaba como anfitrión, quien anunció su no participación. Su mensaje es claro: «No es una cuestión deportiva, es una cuestión de derechos». Argumentan que las modificaciones en la ley de autodeterminación de la Comunidad Valenciana «supeditan el derecho de acceso a la competición y a los espacios deportivos a las personas cis», afectando directamente a las personas trans.
Poco después, Panteres Grogues, la asociación multideportiva de Barcelona con una trayectoria de más de 30 años de activismo y casi 3.000 socies, se sumó al boicot. Su asamblea decidió no participar, denunciando que un evento deportivo no debe ser «utilizado para blanquear políticamente gobiernos que recortan derechos del colectivo LGTBIQ+, especialmente los derechos de las personas trans». Aunque su postura es firme, respetan la libertad de sus asociados para participar a título individual, si así lo desean, como forma de protesta.
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¿Qué Implicaciones Tiene para los Gay Games?
Estas negativas, que podrían extenderse a otros clubes y asociaciones en los próximos días, ponen en riesgo la participación y el éxito de los Gay Games. Un evento que ha dedicado más de un año a la promoción por toda Europa se enfrenta ahora a un desafío significativo. ¿Podrá Valencia revertir esta situación y recuperar la confianza del movimiento LGTBIQ+?
Desde la oposición, la concejala de Compromís, Lluïsa Notario, ha calificado la postura de los colectivos como un «golpe demoledor» al proyecto, acusando a la alcaldesa de «pinkwashing», un blanqueamiento político de la derecha y extrema derecha. Notario subraya que los Gay Games «no son un evento turístico: tienen un profundo compromiso social», y convertirlos en un «parque temático vacío de valores solo para hacer caja y proyectar una falsa imagen de tolerancia es repugnante y condenado al fracaso».
La situación en Valencia nos obliga a preguntarnos: ¿hasta qué punto el deporte puede separarse de la política y los derechos humanos? ¿Es posible celebrar un evento inclusivo cuando una parte fundamental de la comunidad se siente excluida por las políticas del gobierno anfitrión? La respuesta a estas preguntas determinará no solo el futuro de los Gay Games en Valencia, sino también el camino hacia una sociedad verdaderamente igualitaria y respetuosa con la diversidad.