La moda siempre ha sido un reflejo de la sociedad. Durante décadas, ha marcado lo que es «masculino» y «femenino» con límites claros y poco flexibles. Pero algo está cambiando. En los últimos años, el concepto de moda sin género ha ido ganando fuerza, desafiando las normas establecidas y abriendo un espacio donde la ropa no define quiénes somos, sino cómo queremos expresarnos.
La evolución de la moda sin género
No es que antes no existiera. Diseñadores como Jean-Paul Gaultier o Vivienne Westwood ya jugaban con la idea de romper con las reglas del vestir en los años 80 y 90. Sin embargo, era un concepto reservado a pasarelas o a la contracultura.
Hoy, el panorama es diferente. Marcas tradicionales y nuevas firmas independientes están apostando por colecciones sin género. Prendas diseñadas para cualquier persona, sin importar su identidad. Pantalones, blusas, vestidos… Todo vale, sin importar en qué sección de la tienda esté.
Marcas que están marcando la diferencia
Las grandes firmas de lujo han comenzado a abrirse a esta filosofía. Gucci, por ejemplo, ha lanzado colecciones genderless donde la fluidez de género es protagonista. Balenciaga y Prada también han experimentado con prendas que desafían los estereotipos. Pero no solo las marcas de lujo están en esta revolución.


En el mundo del fast fashion, Zara lanzó en su momento «Ungendered», una colección sin etiquetas de género. Otras marcas como H&M o ASOS han seguido este camino con líneas inclusivas. Incluso firmas más pequeñas y emergentes, como Telfar o Official Rebrand, han hecho de la moda sin género su bandera, creando diseños que no encajan en categorías tradicionales.
¿Moda sin género o marketing?
Aquí viene la pregunta del millón. ¿Realmente la industria de la moda está comprometida con la inclusión o simplemente ha encontrado un nuevo nicho de mercado?
Si bien es cierto que muchas marcas han dado pasos reales para normalizar la diversidad de género en sus diseños y campañas, también hay casos donde parece más una estrategia comercial que un verdadero cambio de mentalidad.
La inclusión en la moda no puede quedarse solo en una campaña publicitaria con modelos andróginos. Debe reflejarse en el diseño, en la producción y, sobre todo, en la accesibilidad. Si una prenda sin género cuesta el doble que una «tradicional», entonces no es una revolución, es marketing.
El impacto en la sociedad
La moda sin etiquetas no solo influye en la industria, sino también en la manera en que la sociedad percibe la expresión de género. Para muchas personas, encontrar ropa con la que se sientan cómodas, sin la presión de ajustarse a una norma, es liberador.
Las generaciones más jóvenes parecen ser las que más abrazan este cambio. En redes sociales, influencers y celebridades desafían cada día los cánones de la moda. Harry Styles usando vestidos en la portada de Vogue, Jaden Smith luciendo faldas o Billy Porter llevando espectaculares diseños en alfombras rojas son solo algunos ejemplos de cómo las figuras públicas han ayudado a normalizar la diversidad en la vestimenta.
Lo que falta por hacer
A pesar de los avances, todavía queda camino por recorrer. Muchas tiendas siguen separando su ropa por «hombre» y «mujer», y encontrar prendas neutrales en tallas diversas sigue siendo un reto. Además, la inclusión real también implica considerar la intersección con otras identidades, como la racialidad o la diversidad corporal.
En definitiva, la moda sin etiquetas ha llegado para quedarse. Pero, ¿hasta dónde llegará esta revolución? ¿Será solo una tendencia pasajera o estamos ante un cambio definitivo en la forma en que entendemos la moda y la identidad?
Lo cierto es que, mientras haya personas dispuestas a desafiar lo establecido, la evolución de la moda seguirá su curso. Y quizás, en un futuro no tan lejano, las etiquetas sean cosa del pasado.