Para quien lee Rainbow, este veredicto resuena con una mezcla de dolor por el recuerdo y la necesidad de justicia. El Tribunal Supremo ha dictado sentencia definitiva en el caso de Samuel Luiz, el joven de 24 años asesinado a golpes en A Coruña la madrugada del 3 de julio de 2021. La Sala Penal ha ratificado las condenas de entre 20 y 24 años de prisión para los tres autores materiales del crimen.
Esta resolución cierra un capítulo judicial, manteniendo las penas que ya habían sido impuestas. Además, el Supremo desestimó los recursos tanto de las defensas como de la Fiscalía y la acusación particular, que buscaban revertir la absolución de un cuarto acusado que había sido condenado inicialmente como cómplice, una decisión que el Tribunal Superior de Justiza de Galicia había justificado por falta de pruebas concluyentes.
Las Condenas Detalladas
Las penas confirmadas por el alto tribunal se distribuyen de la siguiente manera, reflejando la gravedad de los hechos y las circunstancias agravantes:
- Diego M.M.: 24 años de cárcel. Se le condena por asesinato con la agravante de discriminación por motivo de orientación sexual, el elemento que más duele y que, a la vez, valida la lucha de la comunidad LGTBIQ+ por el reconocimiento de los crímenes de odio.
- Alejandro F.G.: 20 años de prisión por delito de asesinato.
- Kaio A.S.C.: 20 años y medio (17 años por asesinato y 3 años y medio por robo con violencia, por sustraer el móvil de la víctima).
Adicionalmente a la privación de libertad, los tres condenados deberán compensar económicamente a la familia de Samuel con poco más de 300.000 euros.
Linchamiento y Alevosía: La Violencia Inexplicable
Leamos lo que se considera probado. El inicio de la agresión fue tan trivial como inesperado. Cerca de las tres de la mañana, uno de los agresores, Diego M., atribuyó falsamente a Samuel estarles grabando con su móvil. Ante la respuesta de Samuel de que estaba en una videollamada, la violencia se desencadenó de forma súbita.
El Supremo ratifica que el ataque se llevó a cabo con alevosía, un factor clave para que el delito se considere asesinato. La Sala describe el episodio como un «inexplicable linchamiento» y argumenta que la víctima quedó indefensa desde el primer instante debido a la naturaleza sorpresiva y la abrumadora superioridad numérica y violenta. Las defensas intentaron rebatir la alevosía, argumentando que la ayuda posterior de terceras personas a Samuel implicaba que no hubo indefensión total, pero la Sala fue clara: la alevosía se anula si se defiende el ofendido, no si son otras personas quienes lo asisten.
En este punto, es vital detenerse. La agravante de alevosía subraya cómo el ataque fue diseñado para anular cualquier capacidad de defensa. ¿Qué nos dice como sociedad que dos ciudadanos senegaleses tuvieron que intervenir para intentar ayudar a Samuel ante un acto de violencia tan brutal? ¿Qué tan seguras nos sentimos cuando vemos que la ayuda a veces solo llega cuando el daño es inminente o ya está hecho?
Discriminación Sexual: El Odio Detrás del Golpe
Para la revista Rainbow, la confirmación de la agravante de discriminación por orientación sexual a Diego M. es el punto central. Los hechos probados incluyen la frase homófoba: «Deja de grabar, a ver si te voy a matar maricón», que pronunció el agresor antes de comenzar los puñetazos. El Supremo concluye que el ataque fue motivado por su «animadversión hacia la condición sexual homosexual que le atribuyó» a Samuel.
Esta ratificación es un reconocimiento judicial de que el crimen de Samuel Luiz fue un crimen de odio, un golpe directo no solo contra él sino contra todas las personas de la comunidad LGTBIQ+. También se desestimó la alegación de la defensa de que se aplicara una atenuante por haber cometido el hecho bajo los efectos del alcohol, lo que refuerza la responsabilidad plena de los condenados.
Ahora que el Supremo ha hablado, las penas son firmes. Pero para quien lee esta noticia, la pregunta persiste: ¿Es suficiente la justicia penal para sanar la herida social que abre un crimen de odio? ¿Cómo podemos, como comunidad, transformar este doloroso precedente en una movilización más efectiva para erradicar la LGTBIfobia de las calles y de las mentes? La respuesta está en nuestras manos.


