El Comité Olímpico y Paralímpico de Estados Unidos (USOPC) ha dado un paso contundente que está generando debate dentro y fuera del ámbito deportivo. Desde este mes, las atletas transgénero no podrán participar en competiciones femeninas organizadas por el organismo. Una medida que, según sus impulsores, busca «garantizar un entorno justo y seguro para las mujeres», pero que, al mismo tiempo, plantea interrogantes sobre inclusión, derechos y el verdadero significado de la equidad.
Una política marcada por la presión federal
Esta nueva normativa no surge en el vacío. Está directamente ligada a la Orden Ejecutiva 14201, firmada por el presidente Donald Trump en febrero, la cual prohíbe la participación de «hombres biológicos» en deportes femeninos bajo amenaza de retirar subvenciones públicas a quienes incumplan. Esta orden también obliga a mantener vestuarios exclusivamente femeninos, sin acceso para mujeres trans.
Con estas condiciones sobre la mesa, el USOPC argumenta que, como entidad reconocida a nivel federal, debe acatar la legislación vigente. Así lo señaló Gene Sykes, presidente del comité, en una carta enviada a federaciones nacionales de distintas disciplinas como atletismo y natación. En ella, se insta a las organizaciones deportivas a adaptar sus reglamentos a esta política, que se enmarca en un contexto político cada vez más restrictivo para los derechos de las personas trans en EE.UU.
¿Qué pasa con la inclusión?
La decisión no especifica si las mujeres trans podrán competir en las categorías masculinas. Esta ambigüedad ha provocado preocupación entre activistas, deportistas y organizaciones defensoras de los derechos LGTBIQ+, que denuncian una invisibilización creciente de las personas trans en el deporte competitivo.
Hasta ahora, no se han detallado los mecanismos para hacer cumplir esta prohibición ni cómo se definirá o controlará quién puede o no participar. ¿Se pedirá documentación médica? ¿Habrá pruebas físicas o genéticas? ¿Quién decide dónde “pertenece” cada atleta? La falta de claridad abre la puerta a interpretaciones subjetivas y, potencialmente, discriminatorias.
Una tendencia que crece en Estados Unidos
Este movimiento no es aislado. A principios de julio, la Universidad de Pensilvania y el Departamento de Educación acordaron prohibir a nadadoras trans participar en pruebas femeninas y revocar títulos obtenidos anteriormente, incluido el de Lia Thomas, quien en su momento fue la primera mujer trans en ganar un campeonato universitario.
El caso de Thomas marcó un antes y un después en el debate público sobre la participación trans en el deporte, convirtiéndose en un símbolo tanto de orgullo como de controversia. Ahora, con la decisión del USOPC, la política estadounidense parece reforzar una línea clara de exclusión institucionalizada.
¿Justicia para unas, exclusión para otres?
Defensores de la medida sostienen que se trata de proteger el deporte femenino de posibles desventajas competitivas, asegurando igualdad de condiciones. Pero ¿es posible hablar de justicia cuando se margina a un grupo entero de personas basándose en su identidad de género? ¿Hasta qué punto este tipo de normas reflejan una preocupación genuina por la equidad y no una respuesta a presiones ideológicas o culturales?
Hay quien defiende que el debate no es blanco o negro. Que quizás el problema está en cómo están estructuradas las categorías deportivas y en la falta de alternativas reales que no obliguen a elegir entre visibilidad o participación. Es evidente que todavía no tenemos todas las respuestas. Pero tal vez, en vez de cerrar puertas, deberíamos estar abriéndolas para encontrar soluciones más humanas y justas para todes.
¿Una decisión política disfrazada de protección?
Detrás del discurso de la “justicia deportiva” puede esconderse una agenda política más amplia que usa el deporte como campo de batalla cultural. ¿Realmente se está protegiendo a las mujeres, o se está utilizando su causa para restringir derechos de personas trans? El enfoque binario ignora la complejidad del tema, y deja fuera del debate a expertes en salud, ética deportiva y a las propias atletas afectadas.