El nuevo ministro de la Igualdad en Colombia, Juan Carlos Florián, no solo asumió un cargo de alto perfil político. También abrió, de manera franca y sin rodeos, un debate sobre identidad, lenguaje y representación en la esfera pública.
En una entrevista para el pódcast A pelo, Florián explicó por qué quiere que se le mencione en femenino:
“Yo me nombro en femenino porque soy una persona y porque soy una marica. Yo no soy gay. Yo soy una marica y por eso hablo en femenino”.
Durante la conversación, utilizó expresiones como “nosotras” o “listas” y se definió como “servidora pública”. Un gesto que, para muches, no es solo cuestión de gramática, sino una declaración política y personal.
VIH, visibilidad y lucha contra el estigma
Florián reveló que vive con VIH desde hace dos décadas, y lo hizo sin dramatismos pero con firmeza: “Las personas que vivimos con VIH no somos menos aptas o menos capaces para poder asumir un cargo”.
También habló de otras experiencias con infecciones de transmisión sexual, mencionando que lo hace como parte de una estrategia de prevención. La franqueza de sus palabras —incluso al narrar experiencias sexuales con y sin protección— rompe tabúes que todavía persisten en la conversación pública.
Aquí surge una pregunta inevitable: ¿estamos preparades como sociedad para escuchar este tipo de testimonios sin prejuicios ni morbo?
Un camino político junto a Petro
Su vínculo con el presidente Gustavo Petro no es reciente. Se remonta a su militancia en el Polo Democrático Alternativo hace 20 años, cuando coincidieron en un espacio LGTBIQ+ dentro del partido. En 2012, Petro —entonces alcalde de Bogotá— le nombró como la primera subdirectora de la Dirección para Asuntos LGBTI de la Secretaría de Integración Social.
Desde entonces, la relación se ha consolidado en confianza mutua. Florián describe a Petro como “un abanderado de las diversidades humanas en el mundo” y considera su nombramiento como ministra (así lo quiere decir) un logro histórico para la comunidad LGTBIQ+.
Responsabilidad y límites claros
El entusiasmo, sin embargo, viene acompañado de realismo: “Es enorme. Es una responsabilidad muy grande, es aspiracional. Tenemos que verlo como que podemos, es una cuestión de voluntad política”.
También advirtió que no pretende convertir el Ministerio de la Igualdad en una institución centrada exclusivamente en temas LGTBIQ+: “No vamos a ‘elegebetizar’ el ministerio, tampoco”.
Más que un cargo, un símbolo
La llegada de Florián a este ministerio no es solo un movimiento político. Es un recordatorio de que la representación importa, pero también de que la política es un terreno donde conviven sueños, desafíos y responsabilidades enormes.
Queda por ver si su estilo directo y su forma de nombrarse en femenino abrirán un nuevo capítulo en la manera en que Colombia habla —y piensa— sobre identidad y diversidad.