Hay historias que no se desgastan. Que nos acompañan desde que tenemos memoria, nos consuelan en los días grises y nos hacen soñar con un «felices para siempre». Cenicienta es una de esas historias. Pero lo que llega ahora al Teatro Coliseum de Madrid no es una simple repetición del cuento de hadas de siempre. Es un musical que, con la magia de Broadway y una dosis muy generosa de frescura, pretende sorprendernos, emocionarnos y hacernos reflexionar. Porque sí, esta Cenicienta tiene mucho más que un zapato perdido.
De la televisión a los escenarios: el viaje de una leyenda
Pocas personas lo recuerdan, pero Cenicienta, tal y como la versionaron Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II, nació como un musical para televisión. Corría el año 1957 y la mítica Julie Andrews fue la encargada de dar vida a una Ella llena de luz. Aquel especial televisivo fue visto por más de 100 millones de personas, lo que no es poca cosa, incluso para los estándares actuales.
Desde entonces, la historia ha pasado por distintas adaptaciones, incluida una inolvidable versión en 1997 con Brandy y Whitney Houston que marcó a una generación. Pero curiosamente, no fue hasta 2013 cuando esta versión se estrenó oficialmente en Broadway, con un nuevo libreto de Douglas Carter Beane. Y es precisamente esa reinvención la que ahora aterriza, por primera vez en Europa, en la capital española.
¿Una Cenicienta feminista? Bueno… más o menos
En esta adaptación, Ella no es solo una joven dulce que limpia cenizas mientras sueña con un príncipe. Es una mujer con voz propia, con ideales, con una determinación que va mucho más allá de los clichés. Tiene una visión del mundo que inspira al mismísimo príncipe Topher a salir de su burbuja palaciega y mirar con otros ojos las injusticias del reino.
Este nuevo enfoque no solo hace más interesante la trama, sino que conecta con los valores de una generación que ya no se conforma con ver a princesas esperando ser rescatadas. Aquí no hay ni una pizca de pasividad. Ella actúa. Ella decide. Ella transforma.
Y eso, querides lectores, es revolucionario. Porque a veces el mayor acto de rebeldía es creer en una misma cuando el mundo insiste en que no vales nada.
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Un musical lleno de alma, orquesta… y tacones
Si hay algo que caracteriza a esta producción es la ambición. No hablamos de un montaje modesto. Hablamos de un espectáculo con una de las orquestas más grandes jamás vistas en un musical en Madrid. Y eso se nota. Desde los primeros compases, la música de Rodgers se mete bajo la piel, haciendo vibrar el teatro con ese sonido inconfundible del Broadway de los años 50.
Xavier Torras, supervisor musical, lo deja claro: «No se trata solo de ser fieles al original. Se trata de transmitir al público español la misma emoción que sentía el público estadounidense hace décadas». Un reto difícil. Pero cuando las notas suenan en directo y el vestuario reluce bajo los focos, la magia hace su trabajo.
Hablemos del equipo: talento a raudales
La dirección y coreografía están a cargo del multipremiado Anthony Van Laast, responsable de éxitos como Mamma Mia!, Tina o Sister Act. A su lado, la coreógrafa asociada Nicola Treherne, con una trayectoria igual de impresionante. Y en la dirección residente, el español Alejandro de los Santos, quien se ha encargado de adaptar el texto al castellano con una sensibilidad que equilibra fidelidad y cercanía.
La escenografía, el vestuario, la iluminación y hasta las ilusiones escénicas (¡sí, hay magia real en escena!) están diseñadas por un equipo internacional que ha puesto el listón muy, muy alto.
Y no es para menos. Porque adaptar un clásico tan conocido al público local es como andar por la cuerda floja: necesitas equilibrio, respeto, pero también creatividad.
Una historia que suena… actual
Lo más interesante de esta Cenicienta es que, aunque respeta la estructura del cuento original, introduce temas que resuenan con nuestra realidad: justicia social, autonomía personal, sororidad, compasión… La bondad, en esta historia, no es ingenua ni débil. Es una fuerza transformadora.
Y no se trata solo de grandes discursos. Cada personaje —incluso los secundarios— tiene un desarrollo que sorprende. Desde Gabrielle, la hermanastra buena que duda entre agradar a su madre o seguir su conciencia, hasta Jean-Michel, un activista social que lucha por los derechos del pueblo.
¿Quién iba a decir que un cuento de hadas podía hablar de revolución sin perder su dulzura?
El proceso de creación: detrás del telón
El montaje de esta producción ha sido largo y exigente. Las audiciones en Madrid reunieron a artistas de un nivel impresionante. Van Laast confiesa que, después de trabajar en EE. UU., quedó sorprendido con el talento español: «No esperaba un nivel tan alto. Ha sido una grata sorpresa».
La coreografía ha sido otro de los grandes retos. Las canciones, muchas con largos fragmentos de danza, exigen un dominio técnico importante. Pero también sentido escénico. No se trata de mover el cuerpo por moverlo. Cada paso cuenta algo. Cada gesto suma a la narrativa.
Y claro, todo eso tiene que funcionar con el vestuario, la escenografía, las luces y… el espacio real del teatro. Lo que se ensaya en una sala con cinta adhesiva en el suelo se convierte, en el Coliseum, en una realidad tridimensional con muebles, trajes voluminosos y escaleras que hay que subir sin tropezar.
Pero… ¿todo es tan bonito?
Bueno, vamos a ponernos un poco críticos, que tampoco todo puede ser color pastel. ¿Es suficiente modernizar un cuento tradicional para convertirlo en una historia empoderadora? ¿No corre el riesgo esta nueva Cenicienta de maquillarse de “feminismo pop” sin tocar de verdad las raíces del mito? Hay quien podría argumentar que, a pesar de los cambios, la estructura sigue reproduciendo una narrativa romántica tradicional, con final feliz incluido y príncipe como premio. Y aunque el personaje de Ella tiene más fuerza que nunca, no todes quedarán satisfeches con esta reformulación «light» del patriarcado disfrazado de vals.
Pero como siempre, depende del cristal con que se mire. Y también de qué tan en serio queramos tomarnos los cuentos.
Lo que no sabías que esperabas
Uno de los mayores logros de esta Cenicienta es que consigue eso tan raro y preciado: sorprender sin traicionar. Respetar el corazón de la historia mientras nos ofrece nuevas formas de entenderla.
Como dice Alejandro de los Santos: “Lo que el público no espera es redescubrir algo que cree que ya conoce”.
Y eso es exactamente lo que ocurre. Salimos del teatro con la sonrisa de siempre, pero con preguntas nuevas en la cabeza. ¿Qué significa tener esperanza hoy? ¿Qué implica luchar por la justicia desde la ternura? ¿Cuánto poder hay en creer en una misma, sin necesidad de convertirlo todo en una batalla?
¿Por qué hay que verla?
Porque es un musical hecho con mimo, talento y visión. Porque mezcla lo clásico con lo contemporáneo de una forma natural y vibrante. Porque es una experiencia sensorial completa: la música en directo, los bailes, el vestuario, los juegos de luces… todo conspira para envolverte.
Pero sobre todo, porque este cuento tiene algo que todas necesitamos de vez en cuando: una chispa de magia en medio del caos.
Y si ya has visto mil versiones de Cenicienta… perfecto. Esta te va a hacer verlas todas con otros ojos.
Un cuento con futuro
La nueva Cenicienta no es solo una apuesta artística. Es también una declaración de intenciones sobre hacia dónde puede ir el teatro musical en España: producciones valientes, con alma y con un pie en el pasado y otro en el presente.
Madrid se convierte así en un punto de referencia europeo para el estreno mundial de esta joya. Y no es casualidad. El público está preparado. El talento está aquí. Y la historia… bueno, la historia sigue teniendo mucho que decir.