Hoy no es un día cualquiera para la comunidad LGTBIQ+ en España. Hace 47 años, un 26 de diciembre de 1978, el Congreso de lxs Diputadxs firmó un acto de justicia histórica al derogar los artículos de la infame Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social que condenaban la homosexualidad. Aquel día, lo impensable se hizo realidad: 𝐧𝐨 𝐞𝐬 𝐢𝐥𝐞𝐠𝐚𝐥 𝐬𝐞𝐫 𝐮𝐧𝐚 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚 𝐋𝐆𝐁𝐓𝐈 𝐞𝐧 𝐄𝐬𝐩𝐚𝐧̃𝐚.
Es imprescindible recordarlo con la euforia y el respeto que merece. El simple hecho de dejar de ser perseguides por la ley, por la identidad, supuso el inicio de una vida con representación y visibilidad. Las vidas que hasta entonces habitaban en los márgenes y las sombras pudieron, poco a poco, ocupar el espacio público que siempre les había pertenecido. Fue el primer gran paso de una sociedad que, lentamente, empezaba a asomarse a la verdad del amor y la identidad en toda su diversidad.
El Legado de una Derogación: ¿Victoria o Punto de Partida?
La Ley de Peligrosidad, con su siniestra catalogación de la homosexualidad como un peligro social, es un fantasma que debemos recordar para entender la profundidad de aquel cambio. Su derogación no fue el final de la lucha, sino el pistoletazo de salida.
- Liberación Judicial: El 26 de diciembre de 1978 se desmanteló la maquinaria legal que criminalizaba la existencia de las personas homosexuales. Se acabó la persecución estatal.
- Visibilidad Creciente: Tras este hito, la comunidad LGTBIQ+ pudo empezar a organizarse, a ser visible y a exigir sus derechos plenamente. La representación dejó de ser un sueño para convertirse en una meta.
Pero, a 47 años de distancia, debemos preguntarnos: ¿Hemos cumplido la promesa de aquel día? Sí, el marco legal ha avanzado de manera espectacular, incluyendo el matrimonio igualitario y leyes de identidad de género. Sin embargo, ¿se ha traducido esa victoria legal en una libertad social plena para todes?
La Batalla Pendiente en las Calles y las Aulas
Si bien la ley nos ampara, la realidad social sigue siendo un campo de batalla. La bifobia, la transfobia y la lesbofobia siguen siendo muros invisibles en el ámbito laboral, educativo y familiar. El odio no se derogó aquel 26 de diciembre.
Como director de marketing de una revista que aspira a la utopía de la igualdad, mi punto de vista es contundente: la decriminalización solo nos dio la base para construir. Ahora, 47 años después, la tarea de erradicar el estigma y el prejuicio recae en cada une de nosotres.
Necesitamos una educación que abrace la diversidad desde la infancia. Exigimos espacios seguros, libres de violencias y juicios. Y sobre todo, necesitamos que la solidaridad entre las diferentes realidades LGTBIQ+ sea la fuerza motriz que nos impulse hacia adelante.
¿Estamos haciendo lo suficiente para proteger a las personas trans y no binarias, que a menudo son las más vulnerables? ¿Hemos logrado que la historia de la lucha LGTBIQ+ sea un capítulo esencial de nuestra memoria colectiva, en lugar de una nota a pie de página? La reflexión es una obligación, porque solo al confrontar nuestras carencias podremos avanzar.
El 26 de diciembre de 1978 celebramos que dejamos de ser peligroses. Hoy, celebramos que somos imparables.



