En el panorama político actual, pocas figuras generan tanto debate como Isabel Díaz Ayuso. Su reciente defensa de la participación de Israel en Eurovisión, apelando a la no politización de la cultura y el deporte, mientras recuerda hitos LGTBIQ+ en la trayectoria israelí del festival, ha encendido las alarmas en nuestra comunidad. Porque, querides lectores, ¿cómo podemos conciliar este discurso con los recortes a los derechos trans y LGTBIQ+ impulsados bajo su mandato en la Comunidad de Madrid? La respuesta es clara: no podemos.
Eurovisión y la hipocresía política
La argumentación de Ayuso sobre Eurovisión y la presencia de artistas trans y gays en su historia resulta, cuanto menos, una bofetada. Es un intento burdo de blanquear una postura política que ignora las denuncias internacionales de genocidio en Gaza. ¿De verdad creemos que la cultura es una burbuja ajena a las violaciones de derechos humanos? Activistas como Mar Cambrollé lo tienen claro: la comunidad LGTBIQ+ se niega a ser instrumentalizada para tales fines. Nuestro activismo no es un escaparate para justificar lo injustificable.
Israel llevó a la primera artista trans a ganar Eurovisión.
Ha quedado entre el 2º y el 5º puesto en decenas de ocasiones con cantantes gays y cantos por el feminismo.
Los artistas o deportistas no pueden pagar por sus gobiernos o la politización. Perdemos todos.
— Isabel Díaz Ayuso (@IdiazAyuso) September 16, 2025
El retroceso de derechos en Madrid: una herida abierta
Mientras Ayuso posa con equipos deportivos israelíes y ensalza su diversidad, en Madrid las personas trans y LGTBIQ+ hemos sufrido un retroceso histórico. La reforma de las leyes autonómicas en 2023, con el apoyo de Vox, eliminó pilares fundamentales como la autodeterminación de género y la protección de menores trans. Hablamos de derechos que nos costó años conquistar, y que fueron borrados de un plumazo. A pesar de que el Tribunal Constitucional ha anulado uno de los artículos más restrictivos, el daño ya está hecho y la señal es clara: la defensa de la diversidad de puertas para afuera no se traduce en políticas coherentes de puertas para adentro.
¿Se nos instrumentaliza? Un grito de alerta
La paradoja es sangrante. Se utiliza nuestra existencia, nuestra visibilidad, como argumento en debates geopolíticos, mientras se nos niegan derechos fundamentales en nuestra propia casa. ¿Es que la lucha LGTBIQ+ se ha convertido en una moneda de cambio, un comodín para justificar posiciones controvertidas? Esta situación nos obliga a preguntarnos: ¿hasta qué punto se instrumentaliza al colectivo LGTBIQ+ en debates geopolíticos?
La cultura y el deporte no son esferas neutrales. No pueden serlo cuando hay vidas en juego, cuando se cometen crímenes contra la humanidad. El silencio es cómplice, y nuestra comunidad, que ha luchado incansablemente por su visibilidad y sus derechos, no puede ni debe permitir que se le use para blanquear discursos vacíos de contenido y cargados de contradicciones.
La coherencia, una exigencia innegociable
El discurso de Ayuso revela una preocupante falta de coherencia política. No se puede ondear la bandera de la diversidad a nivel internacional mientras se recortan derechos a nivel autonómico. Esta dicotomía no solo es insostenible, sino profundamente dañina.
Queride lectore, te pregunto: ¿Qué coste político deberían tener los recortes de derechos en una sociedad democrática? ¿Puede un gobierno proclamarse defensor de la diversidad fuera de sus fronteras mientras limita derechos dentro de su territorio? La respuesta que demos a estas preguntas definirá el futuro de nuestros derechos y la credibilidad de quienes nos gobiernan. Es hora de exigir coherencia. Es hora de defender con uñas y dientes lo que nos ha costado tanto conseguir.