Un giro preocupante en la política militar de EE. UU.
En un movimiento que ha encendido las alarmas de organizaciones defensoras de los derechos humanos, el Departamento de Defensa de Estados Unidos ha confirmado que, a partir del próximo mes, comenzará a separar de forma oficial a les militares transgénero de sus filas. La medida, anunciada por el portavoz del Pentágono, Sean Parnell, forma parte de una nueva directiva que excluye a cualquier persona con diagnóstico, historial o síntomas actuales de disforia de género, así como a quienes estén en tratamiento médico relacionado, salvo que dicho tratamiento se considere “estrictamente necesario”.
Según los datos ofrecidos, cerca de 1.000 personas han optado ya por la baja voluntaria tras identificarse como trans y haber sido diagnosticadas con disforia de género. El Pentágono ha dado un margen adicional de 30 días —hasta el 6 de junio— para que el personal activo solicite esta salida voluntaria. En el caso de la reserva, el plazo se extiende 60 días más, hasta el 7 de julio. Pasado este periodo, comenzarán las expulsiones forzosas.
La justificación oficial: “preparación militar y seguridad nacional”
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, respalda esta decisión apelando a una reciente orden del Tribunal Supremo que permite aplicar la medida ejecutiva denominada “Priorizar la excelencia y preparación militar”. Esta política sostiene que “una identidad de género divergente del sexo asignado al nacer” es incompatible con los estándares requeridos para formar parte del ejército estadounidense. El documento filtrado a la prensa va más allá al afirmar que dicha divergencia puede comprometer la seguridad nacional.
Esta postura no es nueva, aunque sí supone una regresión respecto a los avances logrados en años anteriores. La administración anterior había eliminado las restricciones a les militares transgénero, reconociendo su derecho a servir abiertamente y a recibir tratamiento médico acorde a su identidad de género. La nueva guía desanda ese camino.
¿Un retroceso en derechos humanos?
La medida del Pentágono no solo pone en riesgo la estabilidad laboral de cientos de militares, sino que también plantea un debate más profundo sobre los límites entre la seguridad nacional y los derechos individuales. ¿Puede realmente considerarse “un riesgo” el hecho de ser transgénero? ¿O estamos asistiendo, una vez más, a una política que estigmatiza a una parte de la ciudadanía bajo una fachada técnica?
Desde múltiples organizaciones, tanto dentro como fuera de EE. UU., ya se han alzado voces denunciando esta normativa como discriminatoria y contraria a los principios de igualdad y no exclusión.
No todes están de acuerdo
Aunque se presenta como una decisión basada en criterios técnicos y de preparación, varias fuentes independientes ponen en duda la motivación real de esta medida. Expertos en derechos humanos han advertido del posible uso político del tema trans en momentos de polarización. Además, hay quien recuerda que no existen estudios concluyentes que demuestren que la identidad de género afecte negativamente al rendimiento militar. ¿Estamos, entonces, ante un argumento legítimo o frente a una cortina de humo ideológica? La respuesta no es tan clara como nos gustaría.