¿Es posible trabajar sin esconder quién eres? Esa es la pregunta que ha marcado el encuentro reciente entre Yolanda Díaz, ministra de Trabajo y Economía Social, y la Federación Estatal LGTBI+. En un momento global donde los derechos del colectivo están siendo atacados en distintos frentes, España apuesta por dar un paso más en la defensa de la igualdad real en el ámbito laboral.
El encuentro, celebrado en la sede del Ministerio, ha sido más que simbólico: junto a la presidenta de la Federación, Paula Iglesias, se desplegó la bandera LGTBI+ en el edificio institucional. Un gesto que va más allá de la visibilidad y que busca reafirmar el compromiso del Gobierno con los derechos del colectivo, también dentro de las oficinas, fábricas y despachos.
Un decreto que marca un antes y un después
Uno de los puntos centrales de la reunión fue el balance del Real Decreto 1026/2024, en vigor desde octubre del año pasado. Esta norma, directamente ligada a la Ley para la Igualdad Real y Efectiva de las Personas Trans y LGTBI+, exige a todas las empresas de más de 50 personas trabajadoras que adopten medidas específicas para garantizar la igualdad del colectivo.
¿Qué implica esto? Protocolos contra el acoso por orientación o identidad, formación específica, y planes de igualdad adaptados. Es la primera vez que una legislación en España –y una de las pocas en el mundo– establece estas obligaciones de forma tan clara.
“Queremos un país donde nadie tenga que ocultar quién es para conservar su empleo”, dijo Díaz. Y aunque suene lógico, la realidad muestra que todavía queda mucho camino por recorrer.
Visibilidad LGTBI+ en el trabajo: un reto pendiente
El avance normativo es innegable. Pero, ¿cómo se está aplicando en el día a día? Según el Índice de Confianza en las Empresas, elaborado por la Federación Estatal LGTBI+ y la consultora 40dB, los datos son esperanzadores… pero también preocupantes.
- 74,6% valora positivamente la entrada en vigor del decreto.
- Sin embargo, solo el 26% se siente visible frente a sus compañeres.
- Y apenas un 12% frente a superiores.
- Además, un 8,3% declara haber recibido un trato desigual.
- El ámbito laboral sigue concentrando más del 11% de los casos de acoso y otras formas de violencia contra el colectivo.
La conclusión no es fácil. Aunque la ley está ahí, muchas personas LGTBI+ siguen teniendo que elegir entre su visibilidad y su seguridad laboral. La cultura empresarial, los prejuicios y la falta de formación siguen pesando.
Acompañar la transición de género en el empleo
Otro de los avances presentados fue el protocolo de acompañamiento a personas trans en el entorno laboral, una guía pionera en Europa desarrollada por la Federación Estatal LGTBI+. Este documento ofrece pautas para que las empresas puedan gestionar los procesos de tránsito de forma segura, sin improvisaciones ni discriminaciones.
Este protocolo es, para muchas personas trans, una herramienta vital. No basta con decir que “la puerta está abierta”. Hay que garantizar que el camino sea seguro, digno y acompañado.
¿Y si el compromiso no es tan firme como parece?
Aunque los avances son reales, no todo el mundo ve este proceso con los mismos ojos. Algunas voces críticas alertan del riesgo de que estas medidas se queden en el plano simbólico. Colocar una bandera o firmar un protocolo puede tener impacto, sí, pero si no va acompañado de inspecciones, recursos, seguimiento real y voluntad empresarial, podría convertirse en una estrategia más de pinkwashing. También existe el riesgo de que el foco en la diversidad sea usado como cortina de humo frente a otras desigualdades persistentes en el mercado laboral, como la precariedad o la brecha salarial.
Lo que viene: formación, negociación y más derechos
Tanto el Ministerio como la Federación han insistido en la necesidad de que las empresas, sindicatos y organizaciones empresariales negocien e implementen ya las medidas del Real Decreto. También han acordado continuar con el desarrollo del protocolo para personas trans y fomentar la formación en igualdad a través de la Fundación Estatal para la Formación en el Empleo.
Los sectores que ya están aplicando estas medidas con éxito, como la educación infantil o la atención a personas con discapacidad, marcan el camino a seguir. Pero aún falta que esa transformación llegue a todos los rincones del mundo laboral.
“Las leyes son solo el primer paso, no el final del camino”, recordó Paula Iglesias. Un recordatorio que no debería olvidarse.
Una hoja de ruta común
El compromiso es claro: transformar los lugares de trabajo en espacios seguros para todes. Y hacerlo no solo desde el discurso, sino desde las prácticas, los recursos y la escucha activa a quienes han sido históricamente marginades.
¿Lo lograrán? Solo el tiempo y la vigilancia social lo dirán. Pero al menos, por ahora, hay una hoja de ruta, voluntad política y voces dispuestas a que el cambio no sea solo una promesa.