domingo, junio 15, 2025

¿Fue el Papa Francisco un defensor real de los derechos del colectivo LGTBIQ+?

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El papado de Francisco ha estado marcado por gestos que muchos consideran aperturistas, especialmente si se le compara con sus predecesores. Su actitud hacia el colectivo LGTBIQ+ ha generado titulares en todo el mundo, y ha sido vista por algunas personas como un símbolo de esperanza. Pero ¿puede considerarse realmente al Papa Francisco como un defensor de los derechos de las personas LGTBIQ+? ¿O sus palabras, aunque conciliadoras, siguen limitadas por el marco doctrinal de la Iglesia católica?

Un lenguaje nuevo en el Vaticano

Desde su elección en 2013, Jorge Mario Bergoglio —el primer papa latinoamericano— sorprendió con un estilo más cercano, sencillo y empático. Su famosa frase “¿Quién soy yo para juzgar?”, pronunciada en 2013 cuando le preguntaron por los sacerdotes homosexuales, marcó un antes y un después en el discurso vaticano.

No era una aprobación formal, pero sí una señal clara de cambio de tono. Por primera vez, el máximo representante de la Iglesia hablaba sobre homosexualidad sin recurrir a la condena, el juicio o la moralina.

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Y ese gesto simbólico tuvo un peso enorme. Porque el lenguaje importa. Y mucho más en una institución donde las palabras son leídas con lupa y donde cada declaración papal se convierte en doctrina, o al menos en orientación pastoral.

Hechos concretos: ¿Qué hizo Francisco por la comunidad LGTBIQ+?

Además del cambio discursivo, el Papa Francisco impulsó algunos avances notables. Entre ellos:

  • Reconocimiento de uniones civiles: En 2020, durante el documental Francesco, el Papa expresó su apoyo a las leyes que protegen legalmente a las parejas del mismo sexo, afirmando que “las personas homosexuales tienen derecho a estar en una familia”. Aunque esto no equivale al respaldo al matrimonio igualitario dentro de la Iglesia, fue un respaldo explícito a una figura legal que garantice derechos.

  • Reuniones con personas LGTBIQ+: Francisco recibió en el Vaticano a diversas personas del colectivo, incluyendo a parejas del mismo sexo y a activistas. En algunas ocasiones, incluso ha enviado cartas de apoyo y ha alentado públicamente a sacerdotes que trabajan con comunidades LGTBIQ+, como el caso del jesuita James Martin.

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  • Reflexión sobre las familias diversas: En Amoris Laetitia, su exhortación sobre la familia, aunque no menciona directamente a las parejas del mismo sexo, se percibe una apertura hacia nuevas configuraciones familiares y una insistencia en el valor de la acogida y la escucha.

Límites doctrinales: la tensión entre apertura y tradición

Ahora bien, estos gestos —aunque significativos— no han ido acompañados de cambios sustanciales en la doctrina oficial del Vaticano. La Iglesia sigue considerando las relaciones homosexuales como “desordenadas” desde el punto de vista moral, y no ha abierto la puerta al reconocimiento eclesiástico de las parejas LGTBIQ+.

En 2021, el Vaticano publicó un documento que reiteraba que “no es lícito impartir la bendición a uniones entre personas del mismo sexo”, causando profunda decepción entre fieles LGTBIQ+ y aliades. Aunque Francisco no firmó personalmente ese texto, su publicación bajo su pontificado muestra los límites de su liderazgo en este tema.

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Y es que el Papa, aunque reformista en ciertos aspectos, sigue siendo un líder profundamente ligado a la estructura doctrinal de la Iglesia. Muchas de sus declaraciones —aunque más humanas y sensibles— no suponen una ruptura con la teología oficial, sino más bien una reinterpretación pastoral.

¿Una postura valiente o estratégicamente ambigua?

La ambivalencia de Francisco también ha generado críticas. Para algunas personas, su forma de actuar representa una valentía dentro de un sistema profundamente conservador. Para otras, sus gestos simbólicos no son suficientes: son solo palabras sin impacto real en la vida y los derechos de las personas LGTBIQ+ dentro y fuera de la Iglesia.

¿Acaso las buenas intenciones bastan cuando se trata de derechos humanos? ¿O es necesario exigir acciones concretas, incluso a las instituciones religiosas?

La figura del Papa, por su dimensión política y espiritual, siempre está atravesada por múltiples interpretaciones. Tal vez su estrategia no sea tanto revolucionar la Iglesia de golpe, sino moverla lentamente, desde dentro, para evitar resistencias más profundas. Pero eso implica tiempos muy distintos a los que exige la urgencia de quienes siguen siendo excluidas.

Un Papa querido por muchos, pero aún distante para otros

No se puede negar que Francisco ha generado simpatía en buena parte del mundo, incluso entre sectores no creyentes. Su estilo llano, su preocupación por los pobres y su voluntad de diálogo han ampliado los márgenes de lo posible dentro de la institución eclesial.

Sin embargo, en lo que respecta al colectivo LGTBIQ+, la distancia entre las palabras y los hechos sigue siendo grande. Aunque se haya acercado emocionalmente, aunque haya hablado de acogida, de perdón, de inclusión, no ha roto con la estructura que perpetúa la discriminación.

Quienes forman parte del colectivo y siguen siendo creyentes, viven muchas veces una doble tensión: su fe y su identidad chocan en un sistema que aún no termina de reconocerles plenamente. Y ese dolor, aunque a veces sea amortiguado por gestos de ternura o comprensión, no desaparece.

Perspectiva crítica: ¿qué pasa con el poder?

Un análisis más profundo nos lleva a preguntarnos sobre el poder real que tiene el Papa dentro de su propia institución. Aunque es el líder máximo, no gobierna solo, y sus decisiones deben convivir con la resistencia de sectores más conservadores dentro del clero. Además, a veces sus declaraciones parecen más pensadas para el impacto mediático que para el cambio interno real.

¿Estamos ante un líder que cree en la inclusión, pero que no se atreve a avanzar por miedo al quiebre institucional? ¿O ante una figura que solo maquilla con palabras una postura que, en el fondo, no ha cambiado tanto?

¿Defensor de derechos o figura conciliadora?

Entonces, ¿podemos decir que el Papa Francisco ha sido defensor de los derechos del colectivo LGTBIQ+? La respuesta, como casi todo en su pontificado, no es sencilla.

Sí, ha sido más abierto, empático y humano que muchos de sus antecesores. Sí, ha generado espacios de diálogo donde antes solo había silencio o condena. Pero no, no ha impulsado reformas doctrinales que garanticen una igualdad real dentro de la Iglesia.

Su legado en este ámbito es, probablemente, un punto medio: ha sembrado semillas, pero los frutos —si llegan— vendrán más adelante, quizás de la mano de otres líderes eclesiásticos o de una presión social más fuerte.

Mientras tanto, la pregunta queda abierta. Y sigue siendo urgente: ¿Cuánto más debemos esperar para que la igualdad deje de ser una promesa y se convierta en realidad también dentro de la Iglesia?

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Sofía L.G.
Sofía L.G.
No pido permiso: ocupo espacios. Soy hija de migrantes, bisexual y agitadora de conciencias. Lucho para que ninguna voz quede atrás. Mi referente de vida es Sylvia Rivera, y cada 28 de junio le rindo homenaje con una performance callejera. Dato curioso: Tengo una camiseta de Marsha P. Johnson que ya forma parte de mi ADN

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