sábado, julio 5, 2025

“Oso”: identidad, orgullo y comunidad dentro del colectivo LGTBIQ+

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En la diversidad del colectivo LGTBIQ+, hay palabras que hacen más que nombrar. “Oso” es una de ellas. Puede parecer una etiqueta curiosa, incluso simpática, pero encierra mucho más que una simple descripción física. Habla de historia, de deseo, de resistencia… y también de contradicciones.

Hoy, te invito a descubrir qué significa ser un “oso” en el contexto LGTBIQ+, cómo surgió esta identidad, cómo se vive (y se celebra), y qué reflexiones genera en la actualidad.

¿Qué significa ser un “oso”?

En términos simples, dentro del colectivo gay, se llama “oso” a un hombre homosexual con cuerpo grande, a menudo peludo, con una estética masculina tradicionalmente asociada a lo “rudo”. Pero esta definición se queda corta.

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El concepto de “oso” va más allá del cuerpo o la barba: es una identidad, una subcultura dentro del mundo gay que se caracteriza por reivindicar una corporalidad distinta a los cánones dominantes y, en muchos casos, por generar redes de afecto, pertenencia y comunidad.

Muchos osos se reconocen entre sí no solo por la apariencia, sino por una cierta forma de estar en el mundo. De hecho, hay “osos” delgados, lampiños o más andróginos que también forman parte del movimiento. Porque, al final, la etiqueta no siempre tiene fronteras nítidas.

oso lgtbiq

Origen del término: de los márgenes al orgullo

El término nació en Estados Unidos en los años 80, en un contexto donde el estereotipo dominante del hombre gay era muy distinto: cuerpos musculosos, depilados, muy marcados por una estética juvenil y atlética.

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En ese escenario, quienes no encajaban —por sobrepeso, edad, vello corporal o maneras no normativas— comenzaron a crear su propio espacio. Un espacio donde no tuvieran que esconder ni su cuerpo ni su forma de desear.

Así surgió la comunidad de osos. Primero en bares y revistas underground, luego en asociaciones, fiestas temáticas y hasta congresos internacionales. Lo que comenzó como una reacción ante la exclusión estética, se transformó en una celebración del cuerpo diverso, del deseo no hegemónico y de la masculinidad disidente.

Más allá de la barba: una cultura propia

La cultura “bear” ha ido construyendo su propio universo simbólico. Desde banderas (sí, hay una bandera del orgullo oso con tonos tierra y una huella), hasta espacios propios dentro de las celebraciones del Orgullo.

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También tiene su propio lenguaje, con términos como:

  • Osito: alguien más joven dentro de la comunidad.

  • Cachorro (cub): personas que aún están “creciendo” en su identidad de oso.

  • Papá oso (daddy bear): osos mayores, a menudo admirados o deseados por su experiencia y presencia.

  • Lobezno (wolf): un tipo de oso más delgado, pero igualmente peludo y masculino.

Y sí, aunque pueda parecer pintoresco, todo esto tiene un peso importante: nombra realidades y vínculos que antes eran invisibles.

Espacios de pertenencia… ¿y exclusión?

Como cualquier subcultura, el universo oso ha sido un refugio para muchos. Un lugar donde no era necesario “entrar en dieta” para gustar, ni esconder la barriga, ni imitar gestos para ser aceptado. Para muchas personas gays con cuerpos no normativos, la comunidad oso fue —y sigue siendo— una forma de sanar el rechazo vivido en otros espacios, incluso dentro del propio colectivo LGTBIQ+.

Pero no todo es ideal.

Con el paso del tiempo, algunas voces críticas han señalado que ciertos círculos de la cultura oso reproducen dinámicas de exclusión, esta vez hacia personas racializadas, femeninas o trans. También se ha cuestionado la sobrevaloración de una masculinidad “ruda” que puede volverse restrictiva o incluso tóxica.

Y aquí es donde aparecen las preguntas incómodas.

  • ¿Hasta qué punto estamos rompiendo moldes si solo creamos otros nuevos?
  • ¿Es posible mantener una comunidad con identidad sin que se convierta en un club selecto?

Osos y visibilidad: del estereotipo a la representación

En los medios, el oso ha sido representado con cierta ambivalencia. A veces como símbolo sexual, otras como personaje secundario que aporta ternura o humor. Pero rara vez se explora la complejidad de su identidad.

En los últimos años, sin embargo, la representación ha mejorado, gracias a influencers, artistas y activistas que hablan abiertamente desde esta experiencia. También han surgido películas, series y documentales que exploran esta identidad con más respeto.

La visibilidad importa. Porque el cuerpo oso también ha sido estigmatizado, no solo por su gordura o vello, sino por romper con la lógica capitalista del cuerpo “perfecto”. En ese sentido, ser visible y desear desde esta identidad también es un acto político.

¿Qué lugar ocupa hoy la identidad oso dentro del colectivo LGTBIQ+?

Hoy en día, la identidad oso convive con otras muchas dentro de la amplia constelación LGTBIQ+. Se cruza con discursos de aceptación corporal, con debates sobre la masculinidad, con luchas antirracistas, con reivindicaciones trans.

Y esto puede ser confuso, sí. Porque cada vez hay más matices, más nombres, más matices dentro de los matices. Pero también es una oportunidad. Una invitación a revisar nuestras etiquetas, abrirlas, moverlas, habitarlas con más libertad y menos rigidez.

Tal vez el oso del 2025 no se parece tanto al del 1985. Pero sigue cumpliendo su función: dar voz, cuerpo y orgullo a quienes se sintieron, alguna vez, fuera del molde.

Una mirada crítica (necesaria)

No podemos hablar de “oso” sin reconocer ciertos puntos críticos. Aunque la comunidad nació como espacio inclusivo, muchas veces ha reproducido normas que excluyen: como el culto a la masculinidad cis, la invisibilización de personas racializadas o el rechazo hacia quienes no encajan en la estética dominante del propio grupo.

¿Puede una comunidad pensada para abrazar la diferencia terminar convirtiéndose en un nuevo filtro de aceptación? ¿Qué pasa con las identidades no binarias, trans o simplemente diferentes al estereotipo?

Estas preguntas no deslegitiman la cultura oso. La enriquecen. Porque ninguna identidad está exenta de revisión, ni siquiera aquellas nacidas desde el margen.

Osos, cuerpos e identidades en expansión

Ser un “oso” es mucho más que dejarse barba o lucir con orgullo una panza. Es una forma de habitar el cuerpo con dignidad, de desear sin filtros, de construir comunidad fuera de los moldes tradicionales.

Es también una invitación a cuestionar qué cuerpos se consideran deseables, qué masculinidades se celebran y cuáles se ocultan, qué espacios seguimos necesitando para sentirnos parte.

Porque en el fondo, eso es lo que buscamos todes: un lugar donde ser quienes somos, sin pedir disculpas.

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Sofía L.G.
Sofía L.G.
No pido permiso: ocupo espacios. Soy hija de migrantes, bisexual y agitadora de conciencias. Lucho para que ninguna voz quede atrás. Mi referente de vida es Sylvia Rivera, y cada 28 de junio le rindo homenaje con una performance callejera. Dato curioso: Tengo una camiseta de Marsha P. Johnson que ya forma parte de mi ADN

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