En Metropol, Casto Divo nos sumerge en un universo nocturno que es mucho más que un simple club: es un refugio, una trinchera y, en muchos sentidos, un espejo incómodo de la realidad LGTBIQ+. Ambientada en una Nueva York de mediados de los 70 —época de euforia creativa, represión policial y miedo latente—, la novela combina elementos de thriller, drama social y cultura ballroom con una estética oscura y visceral.
Desde el prólogo, el tono queda claro: aquí no hay complacencia. El texto de Glamniss —reina del terror e invitada especial en estas páginas— funciona como manifiesto. Reivindica el poder de lo monstruoso como símbolo de resistencia queer, enlazando la mitología del terror con las vivencias de quienes viven fuera de la norma. La premisa es directa: ser un monstruo es, también, sobrevivir.
Narrativa y ambientación
La historia alterna escenas íntimas y casi cinematográficas con momentos de crudeza absoluta. El Metropol se presenta como un personaje más: un espacio saturado de luz, música y sudor, pero también de miedo, secretos y heridas que no siempre se ven. La descripción del club y de sus balls recuerda al mejor cine queer underground, con referencias estéticas que remiten a la cultura drag, la performance y la lucha por la visibilidad.
El contexto histórico está bien tejido: la sombra del VIH/sida (“la peste rosa”), la brutalidad policial y la discriminación institucional atraviesan la trama sin caer en la didáctica plana. El texto retrata cómo el miedo colectivo puede infiltrarse hasta en las relaciones más cercanas, y cómo los espacios seguros se convierten en auténticos bastiones.
Personajes
El elenco es amplio y diverso, con figuras que se mueven entre la ternura, la rabia y la supervivencia pura. Sade, una mujer trans en fuga de una relación violenta, encarna la vulnerabilidad que se transforma en fuerza gracias a la comunidad. Luna Noire, diva del escenario y matriarca del club, es el corazón del Metropol: protectora, carismática, capaz de ofrecer una barra de labios como si fuera un arma.
Danvers “La Hiena”, policía latina atrapada en un cuerpo extraño para el sistema, aporta uno de los arcos más incómodos y potentes. Su resistencia frente al machismo y la homofobia interna de la comisaría añade tensión y complejidad. El retrato de la brutalidad policial, sin filtros ni concesiones, es uno de los puntos más duros —y más logrados— de la novela.
Lo que funciona
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Atmosfera visual y sensorial: Cada capítulo parece una escena de película. Luces de neón, olor a tabaco y perfume barato, diálogos afilados.
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Lenguaje directo: No hay miedo a mostrar lo incómodo, lo feo o lo incómodamente real.
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Personajes con capas: Incluso las figuras secundarias tienen trazos memorables y humanidad.
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Integración de la cultura ballroom: El voguing, las categorías, el ritual de los balls se presentan con respeto y conocimiento.
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Lo que chirría
En algunos pasajes, la acumulación de descripciones y metáforas puede entorpecer el ritmo narrativo, sobre todo en escenas de alta tensión. También hay momentos donde la crudeza de ciertos diálogos policiales, aunque verosímil, puede resultar excesiva para lectores menos familiarizados con ese tipo de violencia verbal. No obstante, estos excesos parecen deliberados: la novela no quiere ser cómoda.
Reflexión final
Metropol no es solo ficción; es una cápsula de memoria queer. Nos recuerda que los espacios seguros no nacen de la nada: se construyen con uñas, con amor y con resistencia. Nos habla de cómo la comunidad sobrevive no solo a las amenazas externas, sino también a las internas: el miedo, la vergüenza, la pérdida.
Para la comunidad LGTBIQ+ de hoy, donde los derechos conseguidos vuelven a estar en riesgo y los discursos de odio resurgen con fuerza, la novela es un recordatorio urgente: sin memoria no hay futuro, y sin comunidad no hay refugio. El Metropol de la ficción puede que no exista, pero la necesidad de esos lugares —reales o simbólicos— sigue siendo la misma.