¿Qué es la homofobia interiorizada?
No siempre el odio viene de fuera. A veces, lo llevamos dentro sin querer. La homofobia interiorizada es esa voz que susurra que amar a quien amas está mal. Que te obliga a ocultarte, a fingir, a adaptarte a moldes que no fueron hechos para ti. En palabras sencillas: es el conjunto de prejuicios, creencias y actitudes negativas hacia la propia orientación sexual o identidad de género que una persona LGTBIQ+ puede haber absorbido a lo largo de su vida.
Sí, aunque duela, podemos haber crecido con discursos que nos enseñaron que ser diferente era peligroso. Y eso deja huella. No se trata de culpas personales, sino de estructuras sociales que nos atraviesan, incluso sin darnos cuenta.
¿Cómo se manifiesta?
La homofobia interiorizada no siempre es evidente. A veces se disfraza de “sentido común”. Otras, se cuela en pequeños detalles del día a día:
- Sentir vergüenza al mostrar afecto en público.
- Rechazar aspectos culturales asociados a lo queer.
- Buscar constantemente la aprobación heteronormativa.
- Tener relaciones cargadas de culpa o autoboicot emocional.
- Pensar que no merecemos amor o visibilidad.
- Criticar a otres dentro del colectivo por “ser demasiado”.
Incluso en espacios seguros, estas dinámicas pueden seguir activas. ¿Por qué? Porque hemos crecido en un mundo que, durante mucho tiempo, nos enseñó que ser LGTBIQ+ era un problema que debía corregirse, ocultarse o sanarse.
¿De dónde viene esta carga?
La raíz de la homofobia interiorizada está en la socialización. Desde infancia, escuchamos mensajes que refuerzan modelos de pareja heterosexuales, estéticas normativas, roles de género rígidos y toda una batería de estereotipos. Incluso cuando no hay una agresión directa, el silencio, la invisibilización y el desprecio sutil también educan.
Esto se refuerza a través de la familia, la escuela, los medios de comunicación, la religión… No se trata de señalar culpables individuales, sino de entender que vivimos en una sociedad que históricamente ha marginado todo lo que no encaja en la norma cishetero.
Y claro, después de años de vivir con esa mochila, no es raro que terminemos creyendo que algo en nosotres está mal.
El impacto emocional: más allá de lo individual
¿Es solo una cuestión personal? Para nada. La homofobia interiorizada puede afectar seriamente la salud mental. Ansiedad, depresión, baja autoestima, aislamiento social o dificultades para establecer vínculos afectivos son solo algunas de las consecuencias más comunes.
Además, no todes vivimos esta realidad de la misma manera. Las personas trans, no binarias, racializadas o con diversidad funcional suelen enfrentarse a múltiples formas de discriminación simultáneamente, lo que puede intensificar la interiorización del rechazo.
Por eso, hablar de homofobia interiorizada también es hablar de interseccionalidad. De cómo las distintas opresiones se cruzan y generan experiencias únicas que merecen ser visibilizadas.
¿Se puede desaprender?
La buena noticia es que sí. La homofobia interiorizada no es una sentencia. Se puede desmontar, poco a poco. ¿Cómo? Aquí van algunas ideas, aunque no hay fórmulas mágicas:
-
Reconocerla: el primer paso es ponerle nombre. Admitir que está ahí, sin culparse por ello.
-
Buscar referentes: rodearse de narrativas y personas que afirmen y celebren lo diverso.
-
Cuidar la salud mental: la terapia con profesionales LGTBIQ+ friendly puede marcar la diferencia.
-
Conectar con la comunidad: encontrar espacios donde no haya que explicar quién eres es sanador.
-
Cuestionar los mandatos: preguntarse de dónde vienen ciertas ideas que parecen “naturales” puede abrir nuevos caminos.
No se trata de convertirse en activista de un día para otro, sino de irse dando permiso para ser. Para habitarse sin miedo, con todas las luces y sombras que eso implica.
Lo personal es político (y también colectivo)
Superar la homofobia interiorizada no es solo una victoria íntima. También es un acto político. Porque cada vez que nos atrevemos a mostrarnos sin filtros, estamos desafiando un sistema que preferiría vernos callades, escondides, asustades.
Y aunque el proceso puede ser doloroso, también está lleno de descubrimientos hermosos. Es, en muchos casos, una segunda salida del armario. Esta vez, no para contarle al mundo quién eres, sino para decirte a ti misme que está bien ser como eres. Que no tienes que encajar, ni disimular, ni pedir permiso.
¿Y si no todo es tan claro?
Ahora bien, también hay que admitir algo: no todes están de acuerdo con el concepto de homofobia interiorizada. Algunas voces críticas dentro y fuera del colectivo señalan que puede usarse como una forma de culpabilizar a personas LGTBIQ+ por sus miedos o inseguridades. O que a veces se etiqueta como “interiorización” lo que en realidad es una estrategia de supervivencia ante un entorno hostil. ¿De verdad es justo llamar “homofobia interiorizada” al hecho de no mostrarse abiertamente en un trabajo donde podrías ser discriminade?
Estas preguntas no tienen respuestas simples, pero merecen ser escuchadas.
¿Por qué hablar de esto ahora?
Porque aunque hemos avanzado mucho en derechos y visibilidad, todavía hay heridas abiertas. La violencia no siempre es visible, ni siempre viene de fuera. Y mientras existan personas que sienten que deben esconderse para ser aceptadas, queda trabajo por hacer.
Hablemos de homofobia interiorizada no para señalarnos con el dedo, sino para darnos herramientas. Para abrazarnos mejor. Para entender que sanar también es una forma de resistencia.
La homofobia interiorizada es una realidad compleja, silenciosa y muy presente en la vida de muchas personas LGTBIQ+. Pero también es algo que se puede transformar. Reconocerla es un paso hacia el amor propio, la comunidad y la libertad.
¿Te has parado a pensar si tú también has cargado con esa voz? ¿Qué harías hoy para empezar a silenciarla?