Convertirse en drag no es solo pintarse la cara y subirse a unos tacones imposibles (aunque eso también cuenta, y mucho). Ser drag es jugar con el género, romper moldes, reírse del qué dirán y, sobre todo, crear una fantasía que solo tú puedes hacer realidad. Pero si te estás preguntando por dónde empezar, no te agobies: te traemos una guía básica —con chispa y sin rodeos— para dar tus primeros pasos en el arte drag. Spoiler: aquí no hay reglas absolutas. Solo muchas ganas y algo de pegamento de pestañas.
1. Elige tu nombre (y tu personalidad escénica)
Primero lo primero: ¿cómo se llama tu alter ego drag? Puede ser un juego de palabras, un homenaje o una invención total. ¿Quieres sonar elegante, descarade, cómique, futurista o una mezcla de todo? Tómate tu tiempo. El nombre es tu carta de presentación, tu grito de guerra, tu esencia.
Y ojo, no se trata solo de elegir un nombre bonito. También es construir un personaje. ¿Es diva de los años 80? ¿Alienígena de otro universo? ¿Reina del drama o duende del caos? Lo importante es que te represente. O que represente justo lo contrario a lo que sueles ser. ¿Quién sabe? A veces, lo drag revela partes de nosotres que ni sabíamos que estaban ahí.
2. Tu cara, tu lienzo
Maquillarse en drag es un arte. Literal. No te frustres si al principio pareces más payase que estrella del escenario. Aquí se trata de practicar, mirar muchos tutoriales (¡gracias, YouTube!), y sobre todo, entender tu rostro.
Algunos básicos: bloquea tus cejas (si quieres), crea una nueva forma de ojos con sombras y delineados, juega con contornos exagerados y pinta esos labios como si fueras a besar el escenario entero. No busques verte «guape» en términos normativos. Busca verte como la obra maestra que estás creando.
Tips de oro:
- Usa productos que aguanten el calor, el sudor y el drama.
- No subestimes el poder de una buena esponja de maquillaje.
- Un abanico siempre viene bien. Para el look… y para sobrevivir al calor del foco.
3. Wigs, baby. Las pelucas lo cambian todo
No eres drag hasta que no has tenido al menos una crisis capilar con peluca. Rubia, rosa, rizada, plateada… hay un universo entero ahí fuera. Las pelucas te permiten cambiar de estilo en segundos y exagerar tu personaje.
¿Un truco pro? Aprende a peinarlas tú misme. O al menos a revivirlas después de una noche loca. Y si alguna vez te la roza el viento y sale volando… ríete. Ya eres parte del club.
4. El vestuario: creatividad antes que presupuesto
No necesitas una cuenta bancaria millonaria para lucir como una reina. El drag nació en la precariedad, en los márgenes, en la invención. Así que ponte creativx: combina ropa de segunda mano, reinventa prendas que ya tienes, cose, pega, transforma.
Recuerda que en el drag no hay límites de género, edad ni cuerpo. Si quieres ponerte unas hombreras gigantes, lo haces. Si te apetece ir en corsé y tanga, también. ¿Lo esencial? Que te sientas poderose. Que tu ropa grite: “He llegado, y me van a mirar”.
5. ¿Y ahora qué hago con todo esto?
Vale, ya tienes look, nombre y personalidad. ¿Y ahora? ¡Sal al mundo, querida! Puedes empezar actuando en tu espejo, grabarte lipsyncs en el salón de casa, participar en eventos locales o atreverte con un open mic.
El escenario puede ser intimidante, sí. Pero también es liberador. Y no tienes que empezar con una coreografía de Beyoncé. A veces, una mirada bien lanzada y un buen playback ya hacen magia.
¿Y si me da miedo el qué dirán?
Pues bienvenida al club. El drag es política, es desafío, es existir sin pedir permiso. No todes lo entenderán. Pero cada vez somos más, y eso también hace fuerza. Plantarse como eres, mostrarte en tus múltiples formas, es un acto de valentía.
¿hay una “drag perfecta”?
A ver, seamos realistas: ¿existe realmente una forma correcta de hacer drag? ¿O estamos cayendo (otra vez) en presiones de perfección que poco tienen que ver con la libertad que propone este arte? Algunas personas sienten que deben encajar en cierto molde para ser válidas dentro del mundillo. Pero si algo nos ha enseñado el drag —desde los clubes de barrio hasta la tele mainstream— es que hay espacio para todes. Lo importante no es ser “la mejor”, sino ser auténtica, disfrutar el proceso y respetar a quienes lo viven diferente a ti.
Consejos extra para sobrevivir (y brillar)
- Practica tu lipsync. No hay nada más triste que una drag perdiendo el ritmo de la canción. Ni una más, por favor.
- Cuida tus pies. Los tacones son traicioneros. Llévalos si te dan poder, pero recuerda: unas buenas zapatillas con pedrería también hacen maravillas.
- Apoya a otres. El drag es comunidad. Ve a ver shows, comparte tips, sé parte de la familia.
- No te compares. Cada une va a su ritmo. Habrá días geniales y otros desastrosos. Todo vale.
Convertirte en drag no es algo que se hace en una tarde. Es una construcción, una exploración, una fiesta y, a veces, un combate. Pero sobre todo, es una forma preciosa de habitar tu identidad desde la libertad y la expresión. No necesitas validación externa, ni tenerlo todo claro. Solo necesitas dar ese primer paso. O ese primer taconeo.
Y recuerda: tu drag no tiene que parecerse al de nadie. Porque la verdadera perfección en este mundillo es, precisamente, ser tú.