El pasado 25 de junio, el barrio de Sant Antoni en Barcelona fue escenario de una brutal agresión tránsfoba. Cinco personas —tres mujeres y dos hombres, con edades comprendidas entre los 20 y los 34 años— fueron detenidas por los Mossos d’Esquadra como presuntas autoras de un delito contra los derechos fundamentales de una persona trans.
Lo más alarmante es que el ataque no fue un impulso aislado, sino una acción organizada y premeditada. La víctima había quedado con una de las agresoras, a quien conocía previamente. Al poco tiempo, aparecieron otras cuatro personas que se sumaron al acto violento: golpes, patadas, insultos, tirones de pelo… Y todo, grabado con teléfonos móviles.
Detenim cinc persones per una agressió trànsfoba a Barcelona
Fem seguiment i acompanyament a la víctima, que pateix una greu situació emocional i requereix suport psicològic continuat, activant el Protocol del Grup d’Atenció a la Víctima pic.twitter.com/KUbIlMvdWz
— Mossos (@mossos) July 22, 2025
La agresión como espectáculo digital
Según la investigación policial, dos de les agresores registraron la escena con la clara intención de difundir las imágenes en redes sociales. No solo se trataba de humillar y agredir físicamente, sino también de exponer públicamente a la víctima, haciendo evidente su identidad como persona trans.
Un dato que añade otra capa de complejidad al caso: tanto la víctima como les atacantes tienen discapacidad auditiva, por lo que los Mossos activaron el servicio de intérpretes en lengua de signos para garantizar una atención adecuada durante todo el proceso.
Investigación y detenciones
La Unidad Central de Delitos de Odio y Discriminación actuó con rapidez. Gracias a las pruebas recabadas, el 16 de julio se efectuaron las detenciones en Barcelona, Sabadell y Ripollet. Al día siguiente, les detenides fueron puestes a disposición judicial. Mientras tanto, se activó el protocolo del Grupo de Atención a la Víctima, que incluye acompañamiento psicológico y legal.
La víctima, que ya había sido agredida anteriormente por les mismes atacantes, atraviesa una situación emocional delicada. Actualmente recibe apoyo psicológico continuado, aunque los efectos de este tipo de violencia no desaparecen fácilmente.
Violencia tránsfoba: ¿un síntoma más profundo?
Este caso plantea muchas preguntas que todavía están sobre la mesa. ¿Qué mecanismos fallaron para que una víctima sufriera ataques reiterados por parte de las mismas personas? ¿Por qué sigue siendo tan frecuente que las agresiones hacia el colectivo LGTBIQ+ se graben y difundan como si fueran entretenimiento? Y, quizás lo más inquietante: ¿hasta qué punto están las redes sociales normalizando este tipo de violencia?
Más allá de la contundencia policial, hace falta una respuesta social, educativa y política que esté a la altura. La violencia tránsfoba no empieza con los golpes. Empieza con la mirada que señala, con el comentario que ridiculiza, con la falta de empatía hacia realidades que todavía se consideran “ajenas”.
Una perspectiva crítica que no podemos ignorar
Aunque las detenciones son un paso en la dirección correcta, no podemos dejar de cuestionar algunos puntos. ¿Qué garantías hay de que la víctima estará realmente protegide en el futuro? ¿Existen protocolos suficientemente sólidos para actuar en contextos donde hay discapacidad auditiva y violencia de odio? Además, el hecho de que les agresores conocieran previamente a la víctima sugiere una dimensión de violencia sostenida que no siempre se aborda en los informes oficiales. Tampoco podemos olvidar el uso de redes sociales como herramienta de revictimización, una tendencia preocupante que aún carece de respuestas eficaces.