Entre lentejuelas, carrozas, banderas y playlists vibrantes, a veces se nos olvida algo esencial: el Orgullo no nació como una fiesta. Nació como una protesta.
Y este año, más que nunca, tenemos que recordarlo. Porque no se trata solo de bailar en la calle, sino de salir a ella con la cabeza alta, el corazón lleno y la convicción de que nadie debe decirnos cómo amar, cómo vestirnos o cómo vivir.
Por eso, no pedimos permiso. Pedimos respeto. Porque ser lesbianas, gais, trans, bisexuales, intersexuales, no binarias o queer no es una fase ni una provocación: es una realidad, una identidad, una existencia válida.
Queremos vivir como sentimos, sin etiquetas impuestas, sin que nos pregunten si “ya se nos pasó”, si “estamos segures”, si “de verdad eres así”. No queremos tolerancia. Queremos libertad. Y eso empieza por el respeto.
Tu libertad acaba donde empieza la mía. Y la mía dice: soy quien soy, amo a quien amo, y existo sin pedir perdón.
Nos quieren calladxs, nos quieren consumiendo pero no protestando. Nos quieren desmovilizadas, alejadas unas de otras, sin asociarnos, sin encontrarnos, sin organizarnos. Porque saben que cuando nos unimos, somos imparables. ¿Ejemplo? Lo que ha pasado en Hungría. Cuando el gobierno ha intentado silenciar y aislar a las personas LGTBIQ+, la respuesta ha sido clara: no estáis solos.
Desde asociaciones, ciudades y colectivos de toda Europa se ha gritado al unísono: no vamos a retroceder, ni un paso atrás en nuestros derechos, ni un milímetro de invisibilización y es que para este mundo en el que vivimos no queremos que ni una persona más que tenga que vivir con miedo.
Y es que somos ciudadanos y queremos sentirnos libres y respetados. Pagamos impuestos, trabajamos, contribuimos. Y lo mínimo que exigimos es que no nos persigan por amar, por expresar nuestro género, por formar familias diversas, por vivir fuera del binario.
Y es que esto no es ideología, es una realidad, no pueden decir protegen a los niños sin que nosotros nos expresemos, que el colectivo lgtbiq+ induce a la pederastia. Es infamia y me apena que manipulen así a una parte de la población. Nuestras reivindicaciones no son una propaganda, es experiencia, no es medir más es exigir lo equitativo y hacer justicia.
Por eso, cada paso que damos en la manifestación es un paso que antes alguien no pudo dar.
Cada bandera que ondeamos es una historia de lucha detrás.
Cada beso en público es un acto político cuando aún hay gente que muere por hacerlo.
No lo olvides: marchamos por quienes no pueden. Por quienes aún tienen miedo. Por quienes están en países donde ser tú es delito. Por ti. Por mí. Por nosotrxs.
El Orgullo es un acto de amor colectivo.
Es recordar que somos parte de una comunidad diversa, rica, fuerte. Que no estás solx. Que cuando nos encontramos, nos cuidamos. Y cuando nos organizamos, cambiamos el mundo.
Este año, sal a la calle con orgullo y con conciencia.
Celebra, sí. Pero también recuerda, por todo lo que falta y por todxs los que lucharon para que nosotrxs nos sintamos libres, podamos casarnos y vivir como queremos vivir.
Lucha, grita, canta, marcha.
Porque lo que hoy es fiesta, ayer fue fuego.
Y lo que hoy es libertad, mañana puede ser amenaza si no seguimos luchando.
🖤💛🤍💙❤️
Nos vemos en la manifestación.
Con rabia, con amor y con ganas de mejorarlo todo.