El alto tribunal respalda que los documentos oficiales solo reflejen el sexo asignado al nacer, borrando la opción de marcador “X”.
El Tribunal Supremo de Estados Unidos ha dado luz verde a la política impulsada por Donald Trump que elimina la posibilidad de incluir la identidad de género en los pasaportes. A partir de ahora, todas las personas deberán marcar el sexo que se les asignó al nacer, sin opción a elegir el marcador “X” para quienes no se identifican con los géneros binarios.
La decisión, aprobada por seis votos a favor y tres en contra, supone un nuevo revés para la comunidad LGTBIQ+ y, especialmente, para las personas trans, no binarias e intersexuales.
Un paso atrás en el reconocimiento de las identidades diversas
La mayoría conservadora del tribunal considera que reflejar el sexo asignado al nacer “no vulnera los principios de igualdad ante la ley más que indicar el país de nacimiento”. En otras palabras, el Supremo entiende que el marcador de sexo es un dato “histórico”, no una expresión de identidad.
Sin embargo, las voces disidentes dentro de la propia corte califican el fallo de “inútil pero doloroso”. La jueza Ketanji Brown Jackson, acompañada por Elena Kagan y Sonia Sotomayor, lamentó que el tribunal “facilite el camino para infligir daño inmediato sin justificación alguna”, recordando que la justicia no puede ser neutral cuando se descartan los derechos de una minoría.
Qué implica la medida
Con esta resolución, el Departamento de Estado estadounidense deberá aplicar de inmediato la política que suprime la categoría “X” en los pasaportes y obliga a indicar el sexo biológico. Esto afecta directamente a todas las personas trans, no binarias e intersexuales, que ya no podrán disponer de documentos que reflejen su identidad real.
Organizaciones de derechos civiles, como la ACLU, alertan de que esta política “pone en peligro” a quienes porten documentos incongruentes con su identidad, especialmente en fronteras o contextos donde la discriminación sigue siendo frecuente.
Un patrón de políticas restrictivas
No es la primera vez que el Gobierno de Trump intenta limitar los derechos de las personas trans. Su administración ya prohibió su participación en el ejército y restringió subvenciones sanitarias vinculadas a la diversidad. Ahora, el veto a los pasaportes se suma a una serie de decisiones que, según activistas, buscan “borrar” a las identidades disidentes del marco legal estadounidense.
En paralelo, el Partido Republicano ha promovido leyes estatales que impiden a las personas trans participar en competiciones deportivas femeninas o acceder a tratamientos de afirmación de género, consolidando una agenda que prioriza la biología frente a la identidad.
Una pregunta que sigue abierta
Más allá de lo jurídico, este fallo deja una pregunta profunda sobre la mesa: ¿Hasta qué punto un documento oficial puede definir quiénes somos?
Un pasaporte no solo certifica la nacionalidad, sino también la existencia legal de una persona. Negar el reconocimiento de la identidad de género es negar, en cierto modo, su derecho a ser reconocida en su totalidad.
¿Puede un Estado presumir de igualdad cuando obliga a parte de su población a mentir sobre quién es?
La decisión del Supremo de EE. UU. supone un paso atrás en los avances conseguidos en materia de diversidad y derechos humanos. Aunque el fallo se ampara en argumentos de “neutralidad administrativa”, su impacto es profundamente humano: miles de personas volverán a sentirse invisibles ante su propio país.
La historia reciente demuestra que los derechos conquistados nunca están garantizados. Quizá por eso, más que nunca, es momento de seguir preguntándonos qué tipo de sociedad queremos construir: una que documente cuerpos, o una que reconozca vidas.


